El optimismo autista de Marcos Peña.


Concentrar todo el poder lo hizo el principal responsable de la derrota. Su figura empezó a erosionarse apenas asumido el gobierno PRO, pero a partir de 2018 es señalado y no sólo por los empresarios sino por miembros de la propia tropa. En el otoño de una gestión estrellada, Marcos Peña Braun es la persona señalada como responsable del fracaso electoral (PASO 2019).

Peña es uno de los PRO puros, estuvo desde los comienzos de la aventura de Macri en política. Había trabajado en una serie de ONG vinculadas a la transparencia como CIPPEC y Poder Ciudadano, donde conoció al hijo de Doris Capurro (Santiago), cuya consultora lo acercó a Macri. Era la organización del primer espacio macrista: la Fundación Creer y Crecer, que en sus orígenes compartía con Franscisco de Narváez. Peña, politólogo egresado de una universidad privada, se sumó a armar el primer partido, Compromiso por el Cambio, que luego se fundiría en el PRO.

Se cuenta que la relación con Macri nunca fue de amistad, pero sí de simbiosis. "Peña siempre fue el eje de Macri en lo político. Hay un convencimiento recíproco entre ambos, a prueba de todo", describe un funcionario del Gobierno PRO que conoce el paño. Eso explica por qué el empresario nunca aceptó deshacerse de su jefe de Gabinete, ni en lo peor de la crisis de 2018, cuando el establishment pedía su cabeza, ni tras la derrota de las PASO. Pedir la renuncia de Peña es como pedir la renuncia de Macri. Peña es la brújula de Macri y quienes piden la cabeza de Peña nunca lo entendieron.

En una de las pocas entrevistas que dio desde la derrota PASO (diario La Nación), Peña dijo: "Trabajo con Mauricio desde hace 18 años y tenemos una relación que permite más una reflexión compartida permanente. Sin dudas el domingo a la noche, como responsable de la campaña y jefe de Gabinete, entre otras cosas analizamos qué teníamos que cambiar y él tomó la decisión". Hablando de funcionarios, el único en irse fue Nicolás Dujovne (ministro de Hacienda) pese a la insistencia y presiones de varias figuras de primera línea para que también renunciara Peña.

Marcos Peña Braun fue el creador de varias de las figuras del PRO. Por ejemplo, convenció a Gabriela Michetti -conocida del padre de Peña- de que se acercara a una de las reuniones para conocer a Macri. Al principio ella estaba indecisa, pero terminó yendo. Utilizando menos su sapiencia que su imagen de discapacidad (en silla de ruedas) la convirtieron en número dos de Macri en la Ciudad y también en la Nación. Con ella, Peña fue uno de los legisladores del grupo "Festilindo", como les decían por su juventud y presunta inocencia cuando ingresaron a la Legislatura porteña. Luego, cuando ganaron el Gobierno de la Ciudad, Macri le dio la secretaría general a Peña y, desde ese lugar, empezó a ganar poder y envidia de todo el gabinete.

"El Monaguillo", le decían, reconociéndolo como cruzado de la religión del PRO. Cree lo que dice sobre sí mismo y sobre sus enemigos, incluso con fanatismo, un fanatismo a veces desorbitado que llega a convencer entornos. Son varias las historias de funcionarios de otras áreas que tenían diferencias y que, tras meses de trabajo en su grupo, terminaron repitiendo el evangelio de Peña. Pero, como dijo Cristina Kirchner en La Plata (01.09.2019), esa misma cualidad, en combo con la artillería mediática oficialista, terminó de crear una burbuja demasiado irreal que encerró al gobierno PRO en un optimismo "autista".

Nunca le gustó "ensuciarse las manos". "Es de los que mean agua bendita. Te dice que hay que hacer tal cosa y otros la tienen que hacer. Los trolls de Marquitos Peña son los tercerizados de Peña", cuenta alguien que trabajó por años con el jefe de Gabinete. 

Desde esa secretaría general en el Gobierno porteño comenzó a concentrar poder y toda la estrategia de comunicación del espacio. Prohibió a los ministros hacer encuestas propias, verticalizó sobre sí a todos los voceros y los que no le respondieron tuvieron un final temprano en las filas del macrismo. Su primer enfrentamiento fue con el hoy difunto Gregorio Centurión, secretario de Comunicación Social. Cuando aparecieron las primeras causas por presunta corrupción, Peña convenció a Macri de que lo echara. El jefe de Gobierno lo citó a Centurión y frente a Peña -con quien se llevaban pésimo- le pidió que se tomara una licencia.

Al consultor Jaime Durán Barba, en cambio, Peña debió tolerarlo. "Nunca se bancaron mucho, pero se necesitaban". Durán Barba era la estrategia, Peña, la táctica. Al dúo, durante la etapa porteña, se sumó el amigo de Macri, Nicolás "Nicky" Caputo, quien luego se fue alejando del círculo más cercano que tomaba las decisiones de gobierno. Sólo volvió en algunos momentos de crisis.

Y esa es otra de las cosas de lo que lo acusan a Peña: de cerrar el círculo y velar por que nadie llegue al presidente. "Ya siendo secretario general, le hacía el diario de Yrigoyen a Macri. Le decía qué notas leer y cuáles no, o a qué periodista no escuchar, así no se preocupaba".  Su capacidad para vetar el acceso a Macri le ganó enemigos. El más conocido es Emilio Monzó, a quien expulsó dos veces de la mesa chica macrista. La primera vez con asistencia de María Eugenia Vidal tras la campaña 2015. La segunda cuando lo fueron a buscar a Monzó en plena crisis de 2018 y Peña se ocupó que la mesa política que armaron nunca funcionara.

María Vidal (gobernadora de Buenos Aires), aliada circunstancial de Peña, rompió con el jefe de Gabinete, tras un año en el que no fue escuchada y en el que Peña le desarmó todos los planes. Cerca del jefe de Gabinete se dedican a remarcar que electoralmente ella no rindió y, desde Vidal, acusan a Peña de truncar su carrera política. Curiosamente, Vidal tiene entre sus funcionarios a uno de los hombres más cercanos a Peña: Federico Suárez, quien en los comienzos del Gobierno porteño escribía los discursos de Macri. En una de las reuniones en plena crisis económica en Olivos, Horacio Rodríguez Larreta le advirtió a Vidal que Peña le controlaba el área de comunicación. Desde entonces a Suárez lo cercaron con discretos vigilantes. 

De su etapa de bajo perfil en el Gobierno porteño, Peña pasó a la de mayor exposición pública y hasta de agresividad hacia la oposición, como cuando les decía en los informes legislativos a los kirchneristas: "¡Háganse cargo de algo!". No es sino el creador de la furiosa campaña antikirchnerista en todas sus aristas e implementaciones, hecho consumado y visible desde cuando acusó a Daniel Scioli de "autista" recién terminado el debate presidencial de 2015.

Dentro del PRO lo culpan por la derrota. "El punto es ser jefe en las buenas o en las malas. La responsabilidad es de él", dicen en la Rosada aunque todavía muchos funcionarios consultados en off the record prefieren no hablar. Uno de ellos -de alto cargo-, sin embargo, acotó: "Llamame de vuelta el 28 de octubre. Ahí voy a tener mucho para decir".
.

Comentarios