El desbande.


El lunes (12.08.2019) por la noche, en Olivos y ante un Mauricio Macri todavía noqueado, Horacio Rodríguez Larreta se probó por primera vez el traje del jefe.

—¡Basta, Jaime! El único espacio que nos queda para construir política es la Ciudad. Tenemos que ser cautelosos y cuidar eso.
—No, no. Hay que seguir endureciendo el discurso. Esto todavía puede revertirse -lo desafió Durán Barba.
—Y decime una cosa: si yo pierdo ¿vos de dónde vas a cobrar? ¿eh?

El batacazo del domingo dejó al Presidente tan grogui que el jefe de Gobierno sintió que era hora de tomar el timón. Ponerse en control, como diría Miguel Pichetto. Apenas 48 horas después de ese tenso diálogo de Olivos, el consultor ecuatoriano abandonó el país. El círculo más íntimo de Macri entró en un tembladeral. El jefe de asesores José Torello no toleró que Hernán Lombardi lo insultara en el Salón de los Bustos y le tiró un bofetón que alcanzó a rozar su calva. Arreciaron los rumores de reemplazo de Marcos Peña por Pichetto. Hasta Nicolás Dujovne, apadrinado ni más ni menos que por el Fondo Monetario, quedó a un paso del despido cuando osó resistirse a las medidas de alivio fiscal en la reunión de gabinete del miércoles. "¿Qué querés? ¿Dejarle las cuentas equilibradas a Cristina?", le respondieron.

Cerca de Rodríguez Larreta dan por hecho que la era Macri terminó y que el experimento político que copó las tres administraciones más importantes del país durante estos cuatro años deberá guarecerse ahora detrás de la General Paz. Por eso advirtieron dos cosas: que su campaña para esquivar un balotaje con Matías Lammens será municipal, sin mención alguna al Presidente, y que después del 10 de diciembre su territorio no será un campo de refugiados de quienes deban ceder sus sillas en la Nación y la provincia.

El martes, María Eugenia Vidal parecía convencida del mismo desenlace. Larreta la imagina derrotada en octubre por un margen todavía más amplio que el del domingo a manos de Axel Kicillof. Y cree que se mantendrá lejos de la política al menos durante un año, aunque quisiera que después de eso vuelva a las filas de un postmacrismo vecinalista. Algo que ambos alcanzaron a cuchichear brevemente ayer, después de la reunión de gabinete ampliado que encabezó Macri en el CCK.

Son especulaciones a largo plazo en momentos donde manda la más estricta coyuntura, sin garantías siquiera de que el defenestrado líder del PRO llegue a completar el mandato que Alberto Fernández ahora ruega que alcance a concluir. El desbande es tan caótico que tanto en el Congreso como en Tribunales circularon insistentemente mensajes con referencias al artículo 88 de la Constitución y a la Ley 25.716 (de Acefalía), que establecen lo que ocurriría en caso de renuncia.

Consultores y encuestadores, claro está, fueron los otros grandes perdedores de las PASO. Todos los que publicaron sondeos electorales erraron fiero, pero el que más expuesto y desprestigiado quedó fue Luciano Cohan, durante algunos meses subsecretario de Programación del Ministerio de Hacienda y hasta el viernes jefe de Elypsis, la consultora que fundó y ahora volvió a capitanear Eduardo Levy Yeyati tras un año de licencia.

Cohan encabezó el viernes bien temprano una conferencia telefónica con 20 representantes de bancos y fondos de inversión. Aseguró que Juntos por el Cambio (JxC) y el Frente de Todos (FdT) estaban empatados. Los traders quisieron creerle y apostaron fuerte al alza. El lunes perdieron millones. Cohan fue inmediatamente eyectado de la consultora y siguió sus pasos Gabriel Zelpo, su inexperto economista jefe, también defensor a ultranza de la administración macrista. Pero quizás la purga no alcance. "¿Ahora es neoalbertista Elypsis?", consultó ayer BAE Negocios a un encumbrado economista del FdT. “¿Neoalbertista? ¡Neoliberal-bertista, en todo caso!”, respondió.

Rendidos ante los votos, empresarios y lobistas procuran seguir los pasos de Marcelo Mindlin (Pampa Energía) y Gabriel Martino (HSBC), que se reunieron a solas con Fernández antes de las elecciones. A Galperín y a Migoya les seguirán varios más. Pero la reconciliación más impactante ya ocurrió y es otra. No por lo inesperada, porque la mayoría del círculo rojo la daba por hecha si el resultado era éste. Sí por la inquietud que seguramente generará entre los nostálgicos del último kirchnerismo. Según pudo confirmar BAE Negocios en dos fuentes de cada lado, Alberto Fernández conversó durante media hora con el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto.

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