2018: El peor año económico desde 2002.


El 2018 termina siendo el peor ejercicio económico desde 2002. El FMI avaló un programa financiero diseñado por Hacienda, que dejó a la Argentina sin resto y disparó el riesgo país. Y ya hay 180 mil desocupados más que hace un año.

El 2018 termina siendo el peor año económico desde el 2002. En este período de diecisiete años hubo recesiones, como la del 2009 precipitada por la crisis internacional y las del 2014 y 2016 provocadas por fuertes devaluaciones. Pero ninguna de esas tres crisis tuvo resultados tan desastrosos en todos los frentes como ésta. No fueron sólo variables macroeconómicas con registros malísimos (inflación, crecimiento, producción industrial, reservas, tasa de interés, desempleo, pobreza), sino que la gestión de la cuestión económica ha sido pésima, con tres presidentes del Banco Central en un mismo año (el tercero tecleando por razones ajenas al manejo de la entidad) y un ministro de Hacienda que tuvo que entregar la política económica a manos de burócratas del FMI ante las varias muestras de deficiencias en su administración. El combo de modelo neoliberal más mala praxis de la alianza Cambiemos ha sido devastador.

Riesgo país
Entre corporaciones mediáticas que tratan de disimular la debacle y un establishment desorientado como nunca, entre citaciones e imputaciones en Tribunales, quebrantos elevados en sus balances por la megadevaluación y la obstinación ideológica de repudiar el populismo que tanta plata les hizo ganar, la economía macrista navega gracias al salvavidas del FMI con el objetivo de llegar a flote hasta la elección presidencial del año próximo. Es una meta probable pero no segura de alcanzar porque existe consenso de que habrá una próxima corrida cambiaria, más temprano que tarde, y sólo aparecen disensos acerca de la magnitud.

La idea generalizada de la inevitabilidad de turbulencias cambiarias que predomina entre jugadores y consultores de la city está sostenida en una serie de indicadores financieros: riesgo país superando los 800 puntos (nivel récord en tres años de gobierno de Macri), una muy débil demanda de dinero, tasas de interés reales elevadas que el Banco Central no puede seguir bajando, aumento de la fuga de capitales y dolarización de carteras en años electorales. Sólo los fanáticos del macrismo mencionan la competitividad electoral de CFK como explicación determinante de un riesgo país tan alto.

El motivo principal de la presencia del fantasma de default hay que buscarlo en el horrible programa financiero diseñado por el ministro Nicolás Dujovne y avalado por el FMI. Tan desesperado estaba el gobierno de Macri cuando se cayó el primer acuerdo con el Fondo que en el segundo reclamó todo el paquete y un poco más de los dólares comprometidos para poder cubrir los vencimientos de deuda hasta fin de 2019. Igual no alcanza si en cada una de las renovaciones de Letes en dólares no se supera el 60 por ciento del monto de vencimiento.

Este programa no dejó resto financiero para el 2020, y esto es lo que se refleja plenamente en el riesgo país arriba de 800 puntos. Cuando se analiza la evolución de las paridades entre los bonos que vencen en 2019 y en los años siguientes, se observa con claridad la diferencia entre los que están garantizados el cobro de intereses y capital (por los dólares del FMI) y los que se quedaron sin nada.

Es una estrategia financiera de responsabilidad exclusiva del gobierno de Macri, cuyo objetivo primordial fue de ese modo estar tranquilo de poder culminar su mandato en diciembre de 2019 y sin default.

Burbuja
El último informe de coyuntura de Cifra-CTA, elaborado por Mariano Barrera, Mariana L. González y Pablo Manzanelli, con la coordinación de Eduardo Basualdo, es muy ilustrativo para entender el naufragio de la economía macrista. Señala que esta cerrando el peor año del gobierno de Macri, que tuvo como elementos sobresalientes el estallido de la burbuja financiera de las Lebac -con la consiguiente megadevaluación- y los salvatajes financieros del FMI, que trajeron aparejada la profundización del ajuste fiscal y la adopción del enfoque monetario ortodoxo de congelamiento de la base monetaria y suba de la tasa de interés.

Menciona también que el auxilio del FMI alcanza para cubrir parte de los abultados vencimientos de deuda que acumuló el gobierno en apenas tres años de gestión, advirtiendo de todos modos que enfrenta al menos dos problemas sustantivos:

* El primero, y por cierto más importante, tiene que ver con la significativa contracción económica que se produjo desde el inicio de la corrida cambiaria. Esta recesión, aunque bastante homogénea desde el punto de vista sectorial, tuvo su epicentro en la industria, el agropecuario (en este caso por el efecto de la sequía) y el comercio. La excepción más relevante fue la intermediación financiera que mostró altas tasas de expansión.

* La segunda cuestión guarda relación con la política de desarme de las Lebac, instrumento principal de la valorización financiera en la primera etapa del gobierno de Cambiemos. Indican que buena parte de ese stock fue reemplazado por las Leliq y las Letras emitidas por el Tesoro Nacional en 2018, cuyo stock sumado ascendió a 902.000 millones de pesos en noviembre. Si bien disminuyó la cartera en manos de agentes privados y se incrementó la que pertenece a entidades financieras que son las únicas que pueden acceder a las Leliq, las altas tasas de interés de estos activos, que se apalancan en los depósitos a plazo fijo, evidencian la sostenibilidad de corto plazo de esta política y la ampliación de sus riesgos.

El reporte explica que la corrida cambiaria que se desató como consecuencia de la implosión de la valorización financiera montada sobre las Lebac provocó una suba de la paridad cambiaria de alrededor del 100 por ciento, que se amplía a 228 por ciento desde el inicio del gobierno de Cambiemos. Detalla que el traslado a precios de la corrida de 2018 fue significativo ya que la tasa interanual de inflación de diciembre rondaría el 48 por ciento, la más alta desde la última hiperinflación en 1991.

Sin embargo, aclara que la recesión económica impidió que los precios crecieran al ritmo del tipo de cambio (como sucedió durante 2016). Para agregar que, mientras que entre diciembre de 2017 y noviembre de 2018 el tipo de cambio aumentó 106 por ciento, los precios mayoristas subieron 71,4 por ciento y los minoristas 43,6 por ciento.

La caída del consumo producto a la crisis económica le puso un freno al alza de precios minoristas y, en menor medida, mayoristas. Destaca que “esto evidencia una modificación de la estructura de precios relativos en el corto plazo en detrimento del comercio minorista”.

Caídas
Los economistas de Cifra-CTA apuntan que en los primeros tres años del gobierno de Cambiemos el PIB no sólo no creció sino que cayó el 0,3 por ciento anual acumulativo. En ese derrape global, el del consumo obedeció, en buena medida, a la contracción del salario real. Indican que en el marco de la elevada inflación, el poder adquisitivo viene sufriendo fuertes caídas que se volvieron dramáticas en los últimos meses. Calculan que el salario real promedio registrado del sector privado “tuvo en octubre una caída interanual del 10,6 por ciento, descenso que es 13,3 por ciento respecto al vigente antes del inicio del gobierno de Cambiemos”.

Otra variable que jugó un papel en la caída del consumo privado es la ocupacional. Con los últimos datos del Indec, analizan que en el tercer trimestre del año se verificó un aumento interanual significativo en la tasa de desocupación, que se ubicó en el 9,0 por ciento cuando había sido 8,3 por ciento en el mismo periodo del año anterior. Proyectan que a nivel país existen casi 1,9 millones de desocupados, 180.000 más que un año atrás.

Destacan que la mayor desocupación obedeció a un aumento de la tasa de actividad (entre las mujeres), ante una tasa de empleo estancada (y en caída para los varones). La tasa de subocupación -que refleja la proporción de personas que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y están dispuestas a trabajar más horas- también tuvo un fuerte aumento, ya que pasó de 10,8 a 11,8 por ciento en el mismo período. Para concluir que “no se observaban valores tan altos desde 2005, y que sumando a los desocupados y subocupados se llega a 4,3 millones de personas con serias dificultades de empleo, más del 20 por ciento de la Población Económicamente Activa”.

Diamand
Muchos aparecen ahora sorprendidos por resultados económicos tan desastrosos. No pocos no pueden creer cómo pudieron chocar la calesita con todo el poder acumulado y con todo el poder económico apoyando. Otros –como los lectores de este diario y del suplemento económico Cash– supieron desde el primer día que este nuevo experimento neoliberal tenía destino de fracaso económico, no así del plan de negocios del macrismo.

No era una cuestión de hacer predicciones, sino de conocer la historia económica argentina de las últimas décadas y de los aprendizajes conseguidos por lecturas de economistas, ignoradas por el establishment académico y empresarial, para abordar con rigurosidad el análisis del presente.

Uno de esos textos fundamentales, escrito por Marcelo Diamand, imprescindible para entender la actual debacle, fue rescatado por el economista estadounidense Jan Kregel, en el artículo “Los desequilibrios estructurales y la fallida receta del financiamiento externo”, que forma parte de un muy interesante volumen que conmemora los 40 años de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE).

Kregel dice que Marcelo Diamand se preguntaba: “¿Es posible basar el desarrollo argentino en capitales extranjeros”. Señala que quien fuera ingeniero y empresario integrante de la UIA (esta cámara industrial debería rescatar sus libros antes de caer en la insignificancia con el macrismo) predijo las dificultades que experimentarían los países en vías de desarrollo en América latina al financiar su desarrollo a través del ingreso de capitales extranjeros en forma creciente, tras la crisis del petróleo en la década de 1980.

Resulta muy esclarecedor, para entender las razones del fiasco económico del macrismo, un párrafo seleccionado por Kregel de uno de los textos de Diamand (“Overcoming Argentina’s Stop-and-Go Economic Cycles”, 1986):

“Obtener fondos externos nunca es la solución; como mucho, es un sedante que conlleva un alivio monetario temporal, pero a un precio que terminará por empeorar el cuadro. El crédito (o las inversiones) ingresa en moneda extranjera y, como consecuencia, la amortización y los intereses (o dividendos) se deben pagar en moneda extranjera. Si estas contribuciones externas se invirtiesen en generar nueva capacidad exportadora o si se canalizaran en el sector de sustitución de importaciones, darían lugar a un incremento en la oferta de moneda extranjera para el país, en cuyo caso se autofinanciarían. Pero el destino más frecuente para los fondos que llegan a través del crédito en moneda extranjera es el de brindar un respiro temporal al sector externo, que demora una recesión y posibilita continuar el crecimiento de la producción para el mercado doméstico. En la medida en que el crédito externo logre estos objetivos, la necesidad de moneda extranjera aumenta todavía más, y a los gastos se agrega el pago de intereses correspondiente a los nuevos préstamos, con lo que el déficit de divisas inicial se agranda”.

“Para mantener el equilibrio en el mercado de divisas es necesario que los préstamos se renueven al vencimiento. Asimismo, para compensar por el creciente monto de los pagos de intereses y amortización, los nuevos créditos e inversiones extranjeros deben ir en aumento constantemente. De esta forma, el endeudamiento externo se incrementa hasta que, tarde o temprano, se desarrolla una nueva crisis en la balanza de pagos, más grave que la que el crédito tomado trataba de corregir. Este proceso adquiere características particularmente explosivas debido a los mecanismos utilizados para estimular el ingreso de capitales extranjeros”.

Más claro, echale Diamand.

Alfredo Zaiat.

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