La administración Macri ha preparado y elevado al Parlamento un proyecto de presupuesto cuyos supuestos y proyecciones han quedado desactualizados producto de la desastrosa performance económico-financiera del gobierno durante el año en curso.
El intento del Ejecutivo de clausurar la discusión legislativa y aprobar este presupuesto, implica habilitar al macrismo para que consolide un ajuste violento y el empeoramiento en la distribución del ingreso. Adicionalmente, el proyecto encierra un doble engaño: por un lado, pretende involucrar a diputados y senadores en la convalidación de la una Ley de Déficit Cero similar a la que De la Rúa/Cavallo los forzaron a votar en 2001; por el otro, pretende imponer al pueblo y al sistema político la idea que el debate, la discusión, las modificaciones e incluso la no aprobación del proyecto oficialista significaría un daño institucional que la oposición le generaría al gobierno, y que “no hay alternativas” como le gusta decir al presidente, haciendo gala de su pereza intelectual. Claramente ambos planteos son engañosos.
Señalemos primero que para este gobierno el presupuesto no tiene ninguna relevancia. Son capaces de alterar las proyecciones de inflación y crecimiento varias veces durante un mismo año, en algunos casos en cuestión de días. Los mismo respecto a los déficits, y han demostrado que ninguna de sus abultadas e irrazonables proyecciones de endeudamiento les han sido suficientes. Semejante nivel de irresponsabilidad ha provocado que ya nadie en el mundo crea en esta gestión, que entonces debió recurrir al FMI para buscar socorro. Por supuesto, que rápidamente incumplió lo acordado con dicho organismo y tuvo que renegociar en cuestión de meses las condiciones pactadas, entregando finalmente el Ministerio de Economía y el Banco Centrala la conducción y vigilancia del Fondo. Es decir, Argentina hoy no tiene soberanía económica, ni monetaria ni cambiaria.
El presidente que pregonó la independencia del Banco Central echó a su conducción para sentar a un amigote (que era funcionario del Ejecutivo) al que tuvo que despedir en tres meses porque fracasó en la contención de la inflación, favoreció demasiado a sus antiguos patrones y se tornó indigerible para la verdadera conducción de la Argentina asentada en Washington, D.C. Hoy el BCRA puede ser independiente del Ejecutivo pues pasó a ser la fuerza de ocupación monetaria del FMI en la Argentina.
Ningún presupuesto es técnicamente relevante en un contexto de altísima inflación como el que ha provocado el macrismo. La volatilidad de las variables y de los precios relativos hace imposible cualquier cálculo económico racional. El tamaño de las sucesivas devaluaciones y los niveles astronómicos de la tasa de interés paralizan cualquier inversión y deterioran día tras día el mercado interno, destruyendo salarios de los trabajadores y capital de trabajo de las empresas.
La dolarización de las tarifas de servicios públicos se ha convertido en un tenaz mecanismo de transmisión y aceleración de la inflación. La economía argentina está paralizada debido al desquicio que ha provocado este gobierno año tras año.
Pero este artículo no pretende poner el foco en estas cuestiones importantísimas que vienen siendo analizadas por el esforzado colectivo de Economía Política para la Argentina (EPA), cuyxs economistas han abordado el análisis global y sectorial del presupuesto en forma brillante desde las perspectivas técnica y política.
De todos modos, no puede evitar señalarse que este proyecto de presupuesto pretende sustituir el déficit primario (elemento indispensable para salir de una recesión como la que Macri provocó, aunque el presidente no lo sepa y diga lo contrario, toda evidencia histórica avala las políticas contra-cíclicas) para dar lugar a un abultado y creciente déficit financiero (que extrae recursos de lxs argentinxs para que el gobierno los gaste sin ton ni son a favor del capital especulativo fuera de nuestro país).
Este presupuesto no solo seguirá destruyendo la vida diaria de nuestro pueblo, haciendo inalcanzables los servicios y la comida, sino que también tendrá un nefasto impacto intertemporal.
Mantiene los mecanismos y las políticas que han provocado el deterioro de la vida en nuestro país: mega-endeudamiento, deserción del Estado, política tarifaria, quita de retenciones, tasas de interés astronómicas, mega-devaluaciones, descontrol de la actividad financiera y cambiaria, inflación alta y persistente, achatamiento de salarios, achique del sistema previsional... En definitiva un sistema que todos los días les quita recursos a lxs trabajadorxs, la clase media y los excluidxs, para entregárselos a unas pocas empresas, la mayoría de ellas trasnacionales y a algunos amigos del equipo del gobierno.
Pero además, compromete el futuro de la Patria, la movilidad social ascendente y el capital humano de nuestro país. La disminución de recursos (en algunos casos hasta disminuciones nominales en un país que sufre más de 45% de inflación anual) al Sistema Universitario, al INTI, al INTA, al ANMAT, al CONICET, al INVAP, a la CNEA, al PIAP (agua pesada), a la Biblioteca Nacional, al INCAA... Es decir, debilita y compromete el sistema de creación y fortalecimiento de conocimiento y cultura de nuestro país. Sin estos, no existe ninguna posibilidad de desarrollo inclusivo y generación de trabajos de calidad.
El proyecto también altera la relación Nación/Provincias/Municipios ya que mantiene la eliminación de la participación de todos los niveles federales en los recursos de las rentas externas, un avance inédito para el federalismo logrado por el Gobierno anterior. La transferencia a las Provincias de la carga de los subsidios provocará al mismo tiempo un impacto negativo en la vida de lxs argentinxs que pagarán más caro los servicios y una nueva carga para las finanzas provinciales. Ambas medidas servirán a un gobierno que ha despreciado en público a la dirigencia de las provincias para cargar con el viejo sueño centralista de “provincias inviables” y poner sobre los gobernadores la responsabilidad política del brutal ajuste decidido y dispuesto entre Macri y el FMI.
Es también evidente, a partir de una somera vista al proyecto de presupuesto, que el gobierno ha decidido asignar recursos a pagar la usura de tasas de interés delirantes (que ni siquiera incluyen el déficit quasi-fiscal enorme e inédito que pesa sobre nuestra economía producto de decisiones de Macri) restándoselos a cuestiones de la vida de lxs argentinxs (atención a la salud, vacunas, educación, obras públicas, equipamiento...) Qué lejos quedaron las mentiras de los miles de nuevos jardines de infantes o la inflación que desaparecía de un día para el otro.
¿Se acuerdan de Conectar Igualdad? El gobierno también decidió que lxs jóvenxs no reciban computadoras para cerrar la brecha digital (ni un peso en el presupuesto para esto!) Por supuesto, que el endeudamiento voraz, desbocado e irresponsable continúa.
Otro tema, ¿es consistente este presupuesto con el programa monetario? ¿Cuál es a esta altura el programa monetario? ¿Alguna política de este gobierno es creíble? Vuelan funcionarios, fracaso tras fracaso y cuando no vuelan, es porque nadie quiere agarrar el lugar. Además, el gobierno pretendió hacer pasar a escondidas dentro del presupuesto, una modificación de la Ley de Administración Financiera para endeudarse más fuerte, más corto y más caro.
Pero avancemos ahora sobre las cuestiones señaladas al comienzo de este análisis, dos cuestiones vinculadas a la economía política subyacente al proyecto de presupuesto que Macri y su equipo pretenden aprobar:
1) Lo que el Poder Ejecutivo ha elevado al Congreso Nacional NO ES un proyecto de Ley de Presupuesto, es una Ley de Déficit Cero encubierta que Macri pretende pasar de contrabando dentro de uno de los momentos legislativos más importantes de cada año.
El gobierno ha demostrado impericia en la ejecución presupuestaria, cada año, no solo por la concepción ideológica de sus propuestas, sino también por la incapacidad de su equipo de CEOs para gestionar. En los casi tres años de gestión de Macri (sí, ya ha transcurrido el 75% de su mandato) no se ha cumplido una sola de sus previsiones de mejorar la vida de nuestrxs compatriotas. Todavía esperamos el inverosímil segundo semestre como quien persigue un arco iris. El equipo de gobierno no hace ya ningún esfuerzo por disimular el sentido de esta Ley de Presupuesto. Ya ningún funcionario defiende los supuestos, las proyecciones ni las líneas de acción incluidas en él. Técnicamente es un desastre y lo saben.
Digámoslo entonces con todas las letras: el FMI le ha exigido a Macri/Dujovne una Ley de Déficit Cero como la que arrancó en su momento a De la Rúa/Cavallo. Pero la debilidad política e intelectual del actual gobierno no le dejan espacio para presentarla como tal, entonces cínicamente la esconde dentro de una aparente Ley de Presupuesto.
Este proyecto no es siquiera un mal programa de gobierno, es una exigencia externa que socava la soberanía argentina y dañará la vida de nuestro pueblo.
Lo único que busca Macri es que el Congreso le apruebe un instrumento que le permita aumentar la deuda irresponsablemente y que asegure a los acreedores internacionales tener mayor derecho sobre nuestros recursos que cualquier ciudadano argentino.
Una historia largamente conocida desde 1824, profundizada en 1976 con un trágico final en 2001.
Una historia demasiado larga y sufrida para no comprender sus implicaciones. Demasiado cercana para no interpretar la maniobra. El Congreso Nacional no puede aprobar a libro cerrado un compromiso asumido espuriamente por Macri con Mme. Lagarde, sin discutir su verdadero sentido.
2) Las Leyes de Presupuesto son esbozos del programa de gobierno propuesto por el Poder Ejecutivo, pero aprobarlas es resorte constitucional del Congreso. Por lo tanto, para aprobarlas se requiere una fuerza política o una coalición con mayorías parlamentarias suficientes (la representación popular y de las Provincias surgidas en elecciones) o bien, abrir el debate agotando las instancias con fuerzas opositoras.
Eventualmente, de no lograrse acuerdos, nuestra normativa prevé mecanismos legales suficientes que permiten el regular funcionamiento del Estado cuando la decisión del Congreso es no aprobar el proyecto remitido por el poder Ejecutivo.
Claro está que en este último supuesto la responsabilidad política de la gestión recae con mayor fuerza sobre el mismo ejecutivo. Basta recordar un episodio cercano: para el ejercicio 2010, mientras yo me desempeñaba como Ministro de Economía, la oposición en el Congreso decidió no acompañar el proyecto de presupuesto que elevamos. En ese momento el mundo atravesaba la peor crisis económico-financiera desde 1930, algunos analistas reputan incluso a la crisis que comenzara en 2008 como la más severa de la historia.
Nuestro Gobierno se puso a trabajar con las herramientas a disposición y logró que el Estado y la ejecución presupuestaria fueran claves para que la crisis global no afectara la vida de lxs argentinxs.
Quedan desnudadas así dos falacias desplegadas insistentemente durante estos 3⁄4 de la gestión de Macri:
a. El Gobierno anterior pudo proteger a su pueblo, a sus trabajadorxs, a la clase media, a su sistema productivo, a su mercado interno y a su sistema previsional, durante una crisis global profunda que arrasó millones de puestos de trabajo e ingresos en muchos rincones del planeta.
No puede ni debe un gobernante usar como excusas supuestas “tormentas” (cuando en realidad, son solo goteras producidas por el propio gobierno) para lavarse las manos y desentenderse del destino de las familias y lxs ciudadanxs argentinxs que sufren y pierden esperanzas por las decisiones del gobierno actual.
b. La tan mentada “gobernabilidad” se construye con buen gobierno y buenas políticas. No mediante acuerdos súper-estructurales que desprecian el profundo sentido de lxs votantes. La farisea utilización del concepto de gobernabilidad ha servido al gobierno para chantajear y a algunxs -consciente o inconscientementepara revelar sus verdaderas posiciones respecto del tema del endeudamiento, el sistema previsional, el mecanismo de designación de jueces, la política internacional, el mundo del trabajo y sus organizaciones y el rol del Estado.
En definitiva, un gobierno que ha fracasado consistentemente durante tres años, en la concepción y ejecución de su programa económico-social no debiera intentar forzar al Congreso Nacional a que lo acompañe a una capitulación formal ante el FMI (la fáctica ya se produjo) escondiendo dentro de una parodia de Ley de Presupuesto, una Ley de Déficit Cero exigida por el organismo de Washington.
Sería aconsejable que abandone el cinismo y presente los hechos tal cual son, en lugar de ocultar y mentir. Debería abrir la discusión y si no logra acuerdos, asumir las consecuencias. Nuestro sistema lo prevé, no es el fin del mundo. Simplemente hay que hacerse cargo, actitud que este gobierno elude permanentemente.
Tres años de fracasos impactan demasiado en la vida y los sueños de lxs argentinxs. No son casualidad ni un destino que no se puede cambiar. Siempre existen caminos alternativos. El gobierno de Macri ha pasado de la soberbia infundada e insustancial al desconcierto destructivo. Si no revisa sus políticas, se profundizarán la exclusión, la recesión, el desempleo y la inflación.
El proyecto de presupuesto 2019, que disfraza una Ley de Déficit Cero estilo De la Rúa/Cavallo, profundiza y consolida los errores macristas que han provocado el empeoramiento de las condiciones de vida de (casi) todxs lxs argentinxs. Nuestra Patria necesita y merece otro presupuesto para 2019.
Amado Bodou.
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