La desoladora economía PRO monitoreada por el FMI.


Desde que el Fondo Monetario Internacional giró los primeros 15 mil millones de dólares del préstamo stand by (22.06.2018) las reservas del Banco Central cayeron en más de 3500 millones. Aquel día de flamante invierno las reservas escalaron hasta 63.274 millones y desde entonces, en apenas 20 ruedas, se esfumaron 3538 millones, para finalizar ayer (20.07.2018) en 59.736 millones. 

El promedio diario de pérdida de divisas fue de 177 millones, un ritmo de fuga que manifiesta un escaso impacto producido por el acuerdo con el FMI sobre la confianza de inversores y ciudadanos. Es más. Las pérdidas se produjeron mientras el BCRA elevó la tasa de interés de las Lebac al 47% (en la última licitación la bajó a 46,5%, pero en las operaciones posteriores en el mercado secundario aceptó pagar 47,5) y subió los encajes bancarios y el Ministerio de Hacienda emitió títulos de deuda con seguro de cambio -mejor imposible para el mercado- y convalidó una suba de la tasa de interés en colocaciones de Letes al 5,5% anual, contra el 3,1 de octubre del año pasado. 

Es decir que la batería de medidas defensivas que despliega el equipo económico PRO a un costo exorbitante (reconocimiento de intereses) apenas pudo frenar la cotización del dólar, pero no impidió que siga el drenaje de reservas a una velocidad insostenible en el corto plazo. 

El tiempo que compró el experimento CEOliberal firmando con el FMI se consume demasiado rápido, tan rápido como se depredó el Estado y la distribución argentina. Por eso, esperar un cambio de rumbo económico desde el FMI-PRO es sentarse frente al volcán en erupción.

La libertad absoluta para la compra de divisas, sin siquiera establecer un límite como el que existía al comienzo del kirchnerismo de un máximo de 2 millones de dólares por mes provoca, por ejemplo, que aquellos que adquieren más de 5 millones embolsaron en promedio 216 millones de dólares mensuales en lo que va del año 2018 y junio no viene en baja. La desregulación cambiaria y el libre flujo de capitales especulativos constituyen dos pilares fundamentales del modelo FMI-PRO, afincado en la valorización financiera. Los supuestos de que esa libertad sería recompensada por el mundo con una lluvia de inversiones y por los empresarios argentinos con la generación de negocios y empleos, gracias al shock de confianza, no ocurrieron jamás. Nunca hubo segundo semestre ni brotes verdes que levantaran más de pocos centímetros del piso. El plan, si es que lo hubo, fracasó. 

Acorralado por los principales ganadores del modelo, el establishment financiero y el sector de los agronegocios, el Gobierno insiste en defender aquellos pilares que lo sumergen en las profundidades de un túnel al que no se le ve salida. El problema ya dejó de ser la suerte del Gobierno. El problema es la futura recuperación económica argentina, las muy dañadas posibilidades de desarrollo del país y el peligro de un profundo estallido social.

En lo que va del año (2018) la pérdida de reservas del Banco Central alcanzó los 19.703 millones de dólares. El 2 de enero la autoridad monetaria disponía de 55.731 millones. Unos días más tarde, con la emisión de deuda en los mercados internacionales del entonces ministro Luis Caputo, elevó la cantidad a 63.906 millones. De allí en más la tendencia fue decreciente a pesar de la temporada alta de liquidación de divisas del sector agropecuario. 

El 21 junio, después de la corrida que empezó a fines de abril, las reservas habían caído a 48.478 millones, sumando incluso las líneas de crédito habilitadas con bancos internacionales y fondos de inversión. El 22 de junio ingresaron los 15 mil millones de dólares del préstamo del FMI, para recomponer las reservas hasta 63.274 millones. Ayer quedaron en 59.736 millones, 3538 millones menos en solo 20 jornadas. La corrida desde el 19 de abril a la fecha ya costó 19.028 millones de dólares en pérdida de reservas, de los cuales 15.428 millones disminuyeron entre ese día y el 21 de junio (a un promedio de 341 millones diarios) y otros 3538 millones entre el 22 de junio y ayer (a un promedio de 177 millones diarios).


Si se sostuviera la sangría de las reservas de 3500 millones de dólares por mes, a fin de año (2018) quedarían 17.500 millones menos, con el riesgo de que la continuidad de la tendencia agigante los temores de los mercados y agudice la dolarización de carteras. En ese caso en lugar de encontrar alguna posibilidad de bajar las tasas de interés, el Banco Central se verá obligado a mantenerlas o incluso a elevarlas. El presidente de Volkswagen, Hernán Vázquez, advirtió esta semana en una entrevista con Ambito Financiero que “con este nivel de tasas, no hay industria que se pueda sostener”. Es el mismo diagnóstico de los empresarios pymes y de la industria en general, pero lo novedoso de sus declaraciones es que ya no son solo los castigados del modelo quienes levantan la voz para señalar la inviabilidad de las políticas de Cambiemos, si no que lo dice un referente de un sector mimado por el Gobierno, miembro de una multinacional. El ejecutivo también sostuvo que el sector está vendiendo autos a pérdida para achicar stocks por lo oneroso de sostenerlos con las tasas de interés vigentes.

Sobre esa realidad económica, con una recesión galopante, el Gobierno pretende descargar un ajuste del gasto público de 300 mil millones de pesos el próximo año. Las partidas para construcción de viviendas, el rubro que más empleo genera en la obra pública, ya cayeron en el primer semestre de este año 48,9 por ciento en términos nominales, según informó anteayer Nicolás Dujovne. En 2001 se siguió el mismo camino de reforzar el ajuste fiscal en medio de una recesión y el resultado es conocido por todos. El Gobierno no parece haber aprendido de esa experiencia. Sigue apostando su suerte y la de todos los argentinos a recomponer el vínculo con los mercados de deuda para volver a obtener financiamiento externo. ¿Para qué? Para seguir con las mismas políticas de apertura de la economía a las importaciones, fuga de divisas, turistas yendo a comprar barato a Chile y pagos crecientes de intereses de esa misma deuda que llevaron al estrangulamiento actual. Por esa ruta, es solo cuestión de tiempo hasta toparse con un final estrepitoso.


Comentarios

  1. La Negra Diana. La amplitud de la sonrisa de Christine FMI es solo comparable a la profundidad de su bolsillo llenado por las comisiones pagadas por el gobierno argentino.

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