El falso optimismo de los analistas PRO.


Analistas políticos y voceros del oficialismo (PRO) se reinventan en teorías interpretaciones y manipulaciones para sostenerse en el andarivel de un único optimismo. Es lógico. El optimismo (público) es condición sinequanon para sostenerse en el equipo de gobierno. 

Entrado el año electoral (2019) ahora comparan la inédita crisis económica actual con la que se produjo en 1995, cuando Carlos Menem obtuvo la reelección. Se trata de restar trascendencia a los efectos de la recesión sobre el humor del electorado. Macri podría, así, ganar los comicios de este año (2019) a pesar de la caída del PIB así como el riojano lo logró con la economía en plena ebullición por el Efecto Tequila. 

Sí se puede, afirman estos analistas PRO (donde no debe faltar las insólitas influecnias del persistente Alejandro Rozitchner y el sordo Marcos Peña), porque los votantes no solo prestan atención al bolsillo a la hora de sufragar sino que conforman su opinión en base a un amplio abanico de circunstancias. 

Una lectura real de la experiencia de 1995 resulta, como mínimo, en un cuadro de excepción, mientras la regla desde la recuperación democrática (1983) es que la marcha de la economía constituye un aspecto determinante en los resultados de las elecciones, especialmente en las presidenciales. Más allá de ese debate y de las excepcionalidades que trae consigo este gobierno PRO, la asimilación automática del derrumbe de 2019 con la baja de 1995 es cuanto menos forzada, ya que los escenarios previos y las intensidades de las caídas son marcadamente distintos.

Las elecciones del 14 de mayo de 1995 que dieron el triunfo a Menem se produjeron con la economía recién entrando en crisis y después de cuatro años con tasas de crecimiento de entre el 5,8 y el 9,1%. Es cierto que en el momento de los comicios se vivía una gran incertidumbre financiera que ponía en riesgo la continuidad del plan de Convertibilidad, valorado por amplios sectores de la población por la euforia de consumo que había habilitado, aun a costa de la destrucción del aparato productivo, la suba de la desocupación, el endeudamiento y la exclusión de millones de personas. Pero para aquellos trabajadores que conservaron su empleo, el dólar por el piso, la apertura importadora y el freno a la inflación les permitieron acceder a bienes y consumos, como por ejemplo viajes al exterior, que antes les resultaban imposibles. 

Hasta marzo de aquel año 95 la economía crecía a un ritmo del 2,2%, incluso pos estallido mexicano de fines del 94. El ciclo expansivo del menemismo duró 19 trimestres consecutivos, con arranque en el tercer trimestre de 1990 y el cierre en abril de 1995. Esa performance generó una percepción de éxito económico para un amplio universo de votantes, por más que otros la estuvieran pasando cada vez peor, que fue reconocido en los comicios del 95 a favor de Menem. 

En 1991 el PIB avanzó 9,1%; en el 92, 7,9%; en el 93, 8,2%: y en el 94, 5,8%. Es decir que cuando los argentinos fueron a las urnas en mayo del 95 pesó la bonanza de cuatro años largos de expansión del PIB más que la caída que empezaba recién en ese momento –el segundo trimestre– y que luego se transformaría en una recesión de un año, hasta la salida del pozo en el segundo trimestre de 1996. Menem quedó identificado como el garante de la Convertibilidad. Fue el “voto cuota”, por los créditos en dólares contraídos por millones de argentinos, esencialmente para el consumo, que de alterarse la paridad cambiaria se transformarían en una carga difícil de sobrellevar.

En contraste, ni las empresas de medios ni los consultores de la city alineados con el Gobierno PRO pueden dejar de reconocer que el modelo económico de Cambiemos es un gran fracaso desde el primer día. La promesa de la campaña de 2015 de mejorar lo que se había alcanzado hasta entonces y la posterior, de 2017, de por fin dejar atrás la “pesada herencia populista” y consolidar los “brotes verdes” se convirtieron en el engaño a ocultar. 

Macri aparece desnudo cuando se analiza la economía y el oficialismo hace todo lo posible por velar los debates sobre el asunto y sobre las consecuencias de abrazarse a las reglas del FMI. Hacia adelante, Macri tampoco ofrece nada distinto cuando remarca que el proyecto actual es “el único camino” e insiste, contra toda evidencia, en que “es por acá”. 

Frente a una economía que anotará en 2019 su tercer año de recesión en cuatro de mandato, con récord de inflación en 27 años y récord de caída de actividad desde 2002, un escenario claramente distinto al de 1995, cuando Menem consiguió la reelección, sólo queda el departamento de márketing con actuación limitada. Al no poder publicitar y robustecer la imagen a través de logros, deberá erosionar, denostar y dividir a la oposición con más falsas operaciones y mucha dosis de odio dirigida a una población que, diezmada y confundida, sigue alejándose cada vez más de la política.

Habrá que ver si este combo inédito (empresas, poder judicial, medios y servicios) apoyado y financiado desde el exterior, logra sortear semejante debacle económica en la opinión electoral que, además, ya se sabe será operada.

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