Macrilandia al borde del default: dólar se dispara a $31.


No es por la crisis turca ni por la guerra comercial USA - China lanzada por Trump. No es por el escándalo de las fotocopias de los cuadernos Gloria ni por el crecimiento de CFK en las encuestas. No es por la Bomba Lebac ni por la Bomba Letes, ambos explosivos diseñados en estos dos años y medio de economía macrista. No es por el impacto negativo de la sequía que restó millones de dólares a la plaza financiera en este año. No es por el nivel del gasto público y del déficit fiscal que tanto obsesiona a la ortodoxia y al establishment. 

La debacle a la que está siendo conducida la economía tiene su origen en la desregulación absoluta del mercado cambiario, apertura irrestricta de la cuenta de Capital de la Balanza de Pagos (entrada y salida de capitales especulativos sin ninguna restricción), desarticulación de la administración del comercio exterior facilitando el ingreso de importaciones y la eliminación/disminución de retenciones al complejo agroexportador que debilitó las cuentas públicas. 

Así fueron demolidos todos los diques defensivos de una economía periférica para amortiguar cualquier shock externo o interno negativo. La consecuencia es una crisis monumental del sector externo, que históricamente se abordaba con una fuerte devaluación, pero el desequilibrio es tan pronunciado, el grado de dolarización tan agudo, el endeudamiento externo tan vertiginoso y la velocidad de traslado a precios es tan rápida, que esta nueva experiencia neoliberal tuvo un naufragio fulminante.

El aspecto más notable es que esas cuatro medidas son las que elogian la ortodoxia, la heterodoxia conservadora y el establishment (empresario y mediático). No tienen motivo para estar extrañados de la caída de la economía macrista. Quienes se erigen en portadores del saber económico, con diferentes tribus (desde Martínez de Hoz hasta Cavallo, y ahora con el experimento Cambiemos) que tuvieron la oportunidad de mostrar su fracaso en la gestión económica, deberían ser más prudentes cuando evalúan los períodos donde predominaron políticas heterodoxas. Ninguna terminó en hiperinflación, corralito, hiper recesión y default, destino en alguna o en una combinación o en todas juntas de esas opciones que algunos preven para la economía macrista.

Lo más absurdo es que el gobierno sigue exculpándose con la muletilla de la herencia recibida, y más ridículos quedan quienes lo repiten. La debacle cambiaria, con casi la duplicación de la paridad en apenas nueve meses, está haciendo crujir la cadena de pagos en la economía, y no sólo la del sector privado, sino que también la del sector público. La posibilidad de un default, incluso con un acuerdo vigente con el FMI, ya no es considerada descabellada en la city, y el colapso de las paridades de los bonos es el reflejo de ese riesgo.

El naufragio de la economía macrista es responsabilidad absoluta de la Alianza Cambiemos bajo el liderazgo de Macri, que a la debilidad conceptual de entender, en términos económicos e históricos, el funcionamiento de la economía argentina con la particularidad de cada uno de los sus principales sujetos sociales y políticos, se le ha sumado un nivel de inoperancia impresionante.

Se sabe que el gobierno de Macri está estructurado como un plan de negocios, privilegiando las actividades donde el presidente, su familia, amigos y allegados cercanos tienen intereses (campo, energía, construcción y finanzas). Pero todo plan de negocios requiere de una gestión de gobierno que le permita dar viabilidad y continuidad. No lo ha conseguido el mejor equipo de los últimos 50 años.


Era imposible de pensar que el manejo diario de la economía podía ser tan calamitoso. Primero, sin ministro de Economía y con un presidente del Banco Central, Federico “Yo no me quiero ir” Sturzenegger, navegando en su planeta paralelo de las metas de inflación; y ahora sí con un ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que se ha convertido en delegado principal del FMI en el país para ejecutar el plan de ajuste, y un presidente del Banco Central, Luis Caputo, que no entiende nada de diseño de una política monetaria y financiera consistente y su única cualidad es la de ser mesadinerista. 

Fueron tantas las medidas descoordinadas, confusas y de marchas y contramarchas en estos más de dos años y medio de gestión económica que, además del pecado original de desregulación y liberación del mercado, lo asombroso es que todavía haya alguien que se sorprenda del derrumbe de la economía macrista.

En manos del mercado y el FMI

El equipo económico subió la tasa de interés de referencia del 40 al 45%, suspendió la subasta diaria de divisas de 50 millones de dólares, informó que venderá mañana por única vez en la semana 500 millones de dólares y anunció un nuevo cronograma de cancelación de Lebac para intentar acelerar la reducción del stock de la deuda del Banco Central. En el mercado interpretan que Fondo Monetario Internacional obligó a tomar las decisiones y dar un mensaje claro en la city porteña: el mercado cambiario desde ahora estará plenamente liberado.

El tipo de cambio será el que defina la oferta y la demanda de dólares de los privados. La idea del Central de intentar contener la volatilidad del dólar para evitar su impacto sobre el resto de activos financieros no pasó el filtro de los técnicos del FMI. El Central fracasó en la negociación con bancos del exterior para conseguir un nuevo crédito REPO para tener dólares frescos para intervenir en la plaza cambiaria y el FMI se mostró poco flexible a mover el límite mínimos de reservas netas.

Los anuncios se hicieron al mediodía y no generaron una reacción positiva en el mercado. El precio de las acciones continuó desplomándose hasta un 11% en la bolsa de Nueva York, los bonos en moneda extranjera llegaron a bajar hasta más del 8% y el dólar cerró en su precio record de $30,72, al subir 87 centavos.

Ministerio de Hacienda discontinua venta de dólares.

Dolar Banco Galicia : $31.20. Riesgo País: 723.

Cambian Lebacs x bonos.

El número que mide la diferencia entre las tasas que abonan los títulos del Tesoro estadounidense y las que pagan los mercados en desarrollo, tuvo su máximo histórico en agosto de 2002, cuando llegó a 7222 puntos mientras la economía aún sufría los coletazos de la crisis del año previo. El mínimo se registró cinco años después, en enero de 2007, con apenas 185 puntos.

El cerco mediático hace su juego para que la atención de la opinión pública esté puesta en el circo, mientras que el pan escasea y la pobreza se incrementa a cifras alarmantes.

Desde el retorno de la democracia, en diciembre de 1983, ningún gobierno constitucional había gozado de la protección de la que goza el de Macri. El ejército de periodistas a sueldo ocupa las 24 horas en continuas maniobras de distracción, con el fin de que el desastre económico no se instale en el debate cotidiano de los argentinos, que día a día ven licuarse su salario mientras escuchan el discurso de un presidente cada día más alejado de la realidad.

Analistas económicos internacionales ya hablan del colapso financiero que se avecina, mientras que los inversores internacionales abandonan el país. De momento la estrategia oficial continúa siendo endilgar esta hecatombe a la “tormenta” a la que Macri hace referencia, y que –según pretende instalar- “tiene su fundamento en desórdenes financieros externos”. Sin embargo no hace falta ser un iluminado de la economía para comprobar que no existe otro responsable que el plan económico impulsado por la gestión Cambiemos, que ha confiado de manera irresponsable en la apertura discriminada, produciendo un enorme daño a nivel interno.

Discursivamente, Macri sostuvo hasta el cansancio que la baja de la inflación era su principal objetivo. Sin embargo quedó claramente demostrado que su prioridad era garantizar y aumentar las tasas de ganancias de los grandes capitales que operan en Argentina. En octubre de 2017 liberó el mercado de combustibles, y como consecuencia de esto, se produjo una seguidilla de incrementos en el precio de las naftas que aún no se ha detenido. En diciembre dejó correr la disparada del tipo de cambio, evitando detenerla hasta el mes de marzo, a pesar de contar con reservas para dicho fin. De este modo garantizó una mayor rentabilidad para los grandes monopolios agroexportadores. En enero volvieron los tarifazos como parte de la política de modificación de precios relativos y recomposición de las ganancias de las empresas de servicios públicos privatizados. Al mismo tiempo se continuó con la política de liberalización y ausencia de controles de sectores oligopólicos y monopólicos que siguieron manejando a su antojo la cadena de precios.

Más allá de los números en rojo de la macroeconomía, está el creciente número de pobres, el desempleo, la quiebra de miles de pequeñas y medianas empresas, la abrupta caída de la actividad industrial, los miles de despedidos, y –no está demás mencionarlo- la corrupción macrista de la que no hablan los medios. Un cóctel que hace presagiar el peor final.

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