El rendimiento financiero obtenido por los fondos monetarios disponibles, lo que Keynes llamó los fondos prestables, debe ser inferior a la tasa de ganancia promedio de las empresas en la economía real. Los economistas lo dicen de manera un tanto oscura: la tasa de interés tiene que ser inferior a la eficacia marginal del capital. Si esto no fuera así, los fondos disponibles desertarían la economía real y se dirigirían al sector financiero, con lo cual la economía se hundiría. En efecto, el incremento del rendimiento de los fondos especulativos por encima de la tasa de beneficio medio solo puede hacerse en detrimento de la inversión y del consumo y por ende del crecimiento económico.
La teoría neoliberal admite el punto según el cual la racionalidad económica implica que la economía real siempre someta y derrote a la especulación. Este principio donde al final de la película siempre ganan los buenos se explica teóricamente ya sea porque la economía real dispone de recursos inagotables o bien porque existen limites, o una regulación de la especulación. Como la teoría ortodoxa acepta que los recursos son limitados, y es por esto que tienen un precio, hay que descartar la primera hipótesis lo cual implica que haya una regulación.
Los medios que invocan a menudo la Vulgata ortodoxa sugieren que la regulación no es necesaria porque limita la creación de riquezas o que debe ser aligerada, ya que entorpece los impulsos creadores o como los llamó irónicamente Keynes los animals spirits, porque el “mercado” los regula. La Vulgata afirma, como Macri, que en el largo plazo, mediando algunos altibajos en la actividad económica, se alcanzará un equilibrio. Claro que no se sabe ni cómo ni cuándo. Ni tampoco si el costo de los altibajos económicos es mayor o menor que el supuesto precio a pagar por la regulación.
La revolución keynesiana mostró que la existencia de una actividad especulativa en la economía real implica que el Estado la domine e imponga una regulación con reglas del juego claras para los agentes económicos teniendo en cuenta el interés general. Por eso refiriéndose a las crisis económicas recurrentes, Keynes señalaba que “los especuladores pueden ser tan inofensivos tal burbujas de aire en una corriente regular de empresa. Pero la situación se vuelve preocupante cuando la empresa es solo una burbuja de aire en un torbellino especulativo. Cuando el desarrollo de la inversión de un país resulta ser el subproducto de la actividad de un casino se corre el riesgo que se realice en condiciones defectuosas”.
La permisividad especulativa favorecida por el gobierno ha provocado una hipertrofia de la esfera financiera, lo cual ha desencadenado una crisis grave que ha hecho aparecer a Macri como “el burlador burlado”.
La exuberancia especulativa en los últimos dos años sorprende. Entre el 1º de octubre del 2015 y el 9 de mayo del 2018, el índice Merval aumentó 193 por ciento y luego de pasar por un máximo histórico de 35.461 puntos el 1º de febrero de 2018 (+274 por ciento) cayó a 27.907 puntos. Pero no solo se especula en la Bolsa sino a través el Banco Central que, con las Lebac, permite obtener tasas de rendimiento tan elevadas (47 por ciento anual).
El maelstrom no se produjo por generación espontánea sino que ha sido engendrado por las medidas económicas aplicadas por Macri cuando decidió anular una gran parte de las regulaciones económicas reinstaurado el funcionamiento de la jungla financiera para favorecer a unos pocos predadores económicos.
La prensa internacional se interroga sobre la secuencia de crisis que padece el país y señala que la Argentina, gobernada por uno de los hombres más ricos, está en bancarrota. Se inquiere sobre qué hizo Macri con los 100 mil millones de dólares que pidió prestados en los dos años de su mandato. Se trata de una suma sideral, un poco menos del 20 por ciento del PIB argentino, que de haberse invertido hubieran generado un efecto multiplicador significativo en el crecimiento económico y un incremento sustantivo del empleo. Pero no sucedió así; al contrario, la economía entró en una situación de estanflación ya que ese dinero fue derrochado en la especulación.
Los miembros de las elites argentinas y los más ricos (250.000 personas) que impulsaron, apoyaron y aprovecharon la dictadura militar, la convertibilidad, la crisis del 2001 y forman hoy parte del gobierno o lo apoyan, han acuñado una serie de principios generados desde la academia ortodoxa y propalada por los medios. Según esos principios, si se derogan las regulaciones económicas entonces los bancos y los especuladores profesionales, que los medios llaman el mercado, van a llegar a través del método acierto–error a una situación económica que será la mejor. Ninguna teoría económica sustenta semejante delirio.
El neoliberalismo sostiene, sin ninguna prueba fehaciente, que si se cumplen las condiciones de la competencia perfecta donde existen un sinnúmero de agentes económicos en una multitud de mercados, entonces el egoísmo, la avaricia o alguna otra cualidad común a los agentes económicos, conducirá al mejor equilibrio económico para cada uno de ellos. Pero es fácil de comprender que si la hipótesis de un gran número de operadores en una multitud de mercados no se verifica entonces el resultado no será el enunciado. Y si bien está permitido creer en teorías esotéricas, lo que es intolerable es suponer que sean el fundamento de una política económica
Bruno Susani, Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014. Editado en castellano por Ediciones de la Universidad de Lanús, 2015.
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