Macri: ¿el regreso del autoritarismo y la libertad de mercado?


Las teorías clásicas del desarrollo aseguraban (hace más de medio siglo) que el crecimiento económico traía aparejada la democratización de la sociedad o viceversa, que la democracia per se aseguraba la liberación de las fuerzas productivas y que el mercado libremente iba a producir un empujón a la producción de riquezas difícil de contener y que iba a lograr, finalmente, sociedades homogéneas como las europeas, donde democracia y mercado podían funcionar de manera eficiente durante muchas décadas.

El paso del tiempo demostró que las variables democracia y desarrollo, no sólo no eran excesivamente encastrables sino que hasta podían ser independientes: eran posibles que países registraran desarrollo con autoritarismo y que procesos democráticos no generaran el acompañamiento del crecimiento económico que se buscaba.

Pero la cuestión se complejizaba mucho más cuando se entremezclaba con esas dos variables el concepto de libre mercado. Es decir: libre mercado no suponía el desarrollo económico y tampoco suponía democracia. Es más, podía haber crecimiento y democracia sin necesidad de libre mercado en términos absolutos.

Todo esto, obviamente, en materia teórica, porque los argentinos hemos comprobado que, al menos en el último siglo, los procesos de mayor crecimiento económico (Mario Rapoport, Manual de historia económica política y social de la Argentina) se han producido en momentos en que sí había democracia (1946-1955/ 2003-2015) y en que, además, lejos de registrarse un "laissez faire, laissez passer" o un más criollo y futbolero "siga, siga", el Estado intervenía en los principales teclados de la economía.

Como se sabe, el libre mercado lejos de ser una mano invisible no es otra cosa que la decisión de una elite dominante de intervenir lo menos posible para garantizar los intereses de los más favorecidos dentro de la supuesta libertad de mercado. En el mercado siempre gana el grande y el poderoso y la cuestión en economías relativamente pequeñas como la argentina –apenas somos 40 millones contra 200 millones en Brasil y 122 en México, por ejemplo- la generación de monopolios por rubro de productividad es muy difícil de evitar. Por lo tanto, sin intervención del Estado, se producen nudos competitivos donde una empresa se queda con el mayor porcentaje de producción y comercialización de ese sector.

La no intervención del Estado, entonces, es la facilitación de los negocios para las empresas concentradas o monopólicas en cada uno de los rubros y por lo tanto asegura un proceso de concentración y centralización de la economía que genera cierre de pequeñas y medianas empresas, de miles de comercios y de millones de trabajadores desempleados. O sea, como ya lo decía Juan Domingo Perón: "La economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del Pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste".

En mercados como el argentino, si el Estado no interviene, los grupos concentrados en cada rubro no sólo ganan la partida frente a los demás jugadores económicos (por ejemplo supermercados vs almacenes) sino que también imponen las condiciones de pauperización de las condiciones de trabajo. Es decir, tienen una doble influencia y un doble beneficio gracias a la patente de corso que le otorga el Estado Neoliberal.

En la lógica de acumulación propia del capitalismo, esa voracidad se transforma, obviamente en conflictividad social surgida del creciente deterioro de las condiciones materiales del trabajador como de la desaparición de puestos de trabajo.

Ese descontento social se puede cubrir de dos maneras: con subsidios por desempleo o con represión. El macrismo no puede utilizar el primer camino porque va en contra de su propia concepción ideológica: el Estado debe invertir sólo en salud, educación y seguridad –más allá de que no lo haya hecho en la Ciudad de Buenos Aires, lo cierto es que esos son los pilares discursivos del Liberalismo Conservador vernáculo- y, por otro lado, las políticas de supuesto déficit cero impedirían llevar adelante un festival de subsidios.

Por otra parte, si el macrismo llevara adelante una política lúcida de contención social, de intervencionismo estatal, de protección del trabajo y del desempleo ya no sería un gobierno liberal-conservador sino sencillamente un gobierno nacional y popular moderado o un populismo de derecha (categoría no descartable para analizar al PRO). Pero como no se puede estar en la misa y en la procesión ni tampoco favorecer todo el tiempo al capital y al trabajo es que, finalmente, la represión será la moneda corriente con que el macrismo responderá a las demandas de los trabajadores.

La Argentina ha vivido ya intentonas de autoritarismo y libre mercado. La Revolución Libertadora con Álvaro Alsogaray y Adalberto Krieger Vasena, éste último también ministro de economía de la Revolución Argentina, y, por supuesto, la dictadura militar de 1976-83 con el inefable José Alfredo Martínez de Hoz a la cabeza del equipo económico.

Pero nuestro país también ha vivido momentos de democracia y libre mercado: las experiencias de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa, ambas con Domingo Cavallo como principal referente en el área económica demuestran que esa combinación también es posible. Alguien podrá decirme que la experiencia de la Primera Alianza terminó en una brutal represión: sí, es cierto, pero durante dos años no había superado el umbral de aquello que se considera "estrictamente" democrático aunque sea desde lo procedimental.

Empresario en su planta en vísperas del balotaje 2015.

El gobierno de Mauricio Macri lejos está, por ahora, de ser una dictadura. Sin embargo, ya presentó algunos signos alarmante: a) una peligrosa predisposición a la Decretocracia, con un absoluto desprecio por la legalidad; b) un total desdén por los representantes de las mayorías, es decir el Parlamento; c) un abusivo control del Poder Judicial, imponiendo jueces a dedo e interviniendo a través de la presión a jueces para que modifiquen sus fallos anteriores; d) una presión autoritaria sobre los medios de comunicación ya sean tanto privados como estatales; e) una utilización desmedida de las fuerzas de seguridad para reprimir la protesta social. En síntesis, en poco menos de 20 días el macrismo ha deteriorado significativamente la calidad democrática de los argentinos.

Por último, hay algo que resulta interesante remarcar de este juego de variables propuesto en los últimos párrafos. En nuestra historia se han registrado procesos de autoritarismo con libre mercado, de democracia con libre mercado, de intervencionismo estatal con democracia, de intervencionismo estatal con autoritarismo, de intervencionismo estatal con crecimiento, de intervencionismo estatal con crisis económica. Por supuesto que nunca se puede hablar de "tipos puros" y siempre hay medidas cruzadas en cada una de estas variables.

Pero hay algo que es cierto: nunca, pero nunca, en la Argentina, se ha verificado un proceso de libre mercado con crecimiento económico y mucho, pero mucho menos, un proceso de libre mercado con beneficio para las mayorías y los sectores populares. 

Hernán Brienza, Infonews.


El gobierno de Macri seprepara para suspender, rescindir o impugnar más de 13 mil empleos públicos.

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