Forbes: El peronismo gana pero Argentina no se convertirá en Venezuela.


El gobierno de Mauricio Macri fue derrotado el domingo en las elecciones primarias de Argentina, con el titular de un mandato recibiendo el 32.1% de los votos, mientras que su rival de izquierda, Alberto Fernández, recibió más del 47%. Las primarias, precursoras de la votación final, están abiertas a todos los votantes elegibles, y dada la pérdida de Macri, es casi imposible para él revertir ese resultado en las elecciones presidenciales del 27 de octubre.

La razón principal de su derrota fue que después de casi cuatro años en el cargo, todas las variables de la macroeconomía empeoraron: la inflación pasó del 25% al ​​50%, el dólar pasó de 15 pesos a 45 (y es posible que pueda saltar a 60!), la pobreza aumentó del 30% al 34%, la deuda con el FMI se multiplicó y la nación cayó en una recesión más profunda. Las razones del fracaso de Macri son complejas.

La victoria de Alberto Fernández, cuyo compañero de fórmula es la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), implica más un giro hacia el centro izquierda a través de una coalición peronista que el regreso del kirchnerismo. Hace dos meses, CFK anunció que no se postularía para presidente, a pesar de ser una política popular pero polarizadora. Entonces nominó a Alberto Fernández, ex jefe de ministros de su esposo Néstor Kirchner, quien había renunciado previamente al campamento de CFK y comenzó a criticar sus decisiones administrativas.


Después de una década de distancia, en la que Fernández fue un crítico público de CFK, se reconciliaron para liderar una coalición peronista que el domingo derrotó al partido de Macri, Cambiemos, en todo el país, excepto en las ciudades de Buenos Aires y Córdoba.

¿Cuáles son las implicaciones de este nuevo escenario? Primero, tendremos que ver hasta dónde llega el impacto de este resultado. En solo 24 horas, con la apertura de los mercados, el peso nuevamente se devaluó en un 30% frente al dólar, de 45 a 60 pesos. En el contexto de una inflación anual del 50%, gran parte de la devaluación generalmente se traslada a los precios. En los últimos tres meses, desde el Banco Central y con el apoyo del FMI, el valor del dólar estaba contenido en bonos que iban de 35 a 40 y luego a 45 pesos. ¿Cuánto será el 10 de diciembre cuando Argentina finalmente asuma un nuevo presidente? Y si Fernández es elegido presidente, ¿qué impacto tendrá eso ?

Para los corresponsales extranjeros y los analistas políticos o económicos, sintetizar un "retorno del populismo" es la descripción más precisa, pero al mismo tiempo es una simplificación. Desde 1945, a lo largo de sus 75 años de historia (35 en el gobierno), el peronismo supo ser populista en los extremos ideológicos: del neoliberalismo a la extrema izquierda.


Durante doce años de kirchnerismo (2003-2015), el peronismo fue populista, pero con diversas políticas económicas. Durante sus primeros cuatro años, junto con figuras como Roberto Lavagna (que ocupó el tercer lugar en las primarias del domingo), Alfonso Prat Gay y Martín Redrado, el peronismo logró reconstruir la economía después de que el país incumplió su deuda en 2001. Apoyado por el aumento de las materias primas, logró años de crecimiento económico a tasas chinas. Bajo la administración de CFK, en un entorno macroeconómico más hostil, creció la alta inflación, el desempleo y la corrupción, como lo hizo en otros países de la región.

Fernández, considerado un peronista moderado, ha pedido al gobierno actual que administre la economía en los próximos meses y argumenta que el nuevo salto del dólar es una "reacción de los mercados cuando se dan cuenta de que han sido engañados".

Así como Argentina no se convirtió en Escandinavia en estos cuatro años del gobierno de Macri, es probable que el nuevo gobierno eventual tampoco se convierta en Venezuela.

Entonces, ¿a dónde? Encerrada en su propia matriz, con reformas de desarrollo pendientes, prevalece la esperanza de los recursos naturales: los granos y la soja de ayer, el petróleo de esquisto bituminoso del mañana. Mientras tanto, Argentina no rugeará hacia Caracas, ni a Oslo. Lo más probable es que continúe girando en torno a sí mismo, entre la ilusión y el desencanto.

Aquí la nota original de Forbes.

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