Crisis financiera con consecuencias políticas.


La fuga de capitales se convirtió en “huida colectiva” de fondos por desconfianza en la política económica. La huida masiva de los inversores del último viernes refleja algo más que un movimiento especulativo. Desconfían de la capacidad del Gobierno para superar la crisis y sostener la actual política. El acuerdo con el FMI juega en contra.

“Es una huida colectiva”. El comentario, escuchado en varias mesas de dinero simultáneamente el viernes por la tarde, resumía una sensación única, nueva, dentro de un proceso de fuga de capitales que se verifica desde la última semana de abril y se aceleró en los días posteriores. Ya no se trata de “movimientos especulativos” de determinados fondos de inversión o entidades financieras que “presionan” para lograr alguna medida de parte del gobierno o de las autoridades monetarias. Esta vez, es más que eso: “hay una liquidación masiva de activos en pesos, pero también de bonos en dólares de la deuda argentina, de acciones de empresas argentinas, es un retiro en masa de capitales sin distinción de origen; es una decisión generalizada gatillada desde el exterior: le bajaron el pulgar, dan por terminado este proceso”. La descripción, relatada no sin angustia por un importante operador financiero, tuvo su correlato en la falta de reacción de las autoridades del Banco Central el viernes último, ante la huida masiva de fondos reflejada en las pantallas de sus computadoras. Los 300 millones de dólares que ofreció el BCRA en el mercado mayorista, un par de horas después de los 150 millones subastados por el Tesoro de la Nación, volaron de sus manos en cuestión de minutos. Apenas sirvieron para “fijar” un valor de cierre al dólar mayorista cercano a los 29 y no próximo a los 30 pesos, abriendo una pausa hasta el lunes. Los días por venir podrían ser los más difíciles.

Algo se quebró en la relación entre el mundo financiero y el gobierno en estos días, y no es meramente “la confianza” o “la credibilidad”. El viernes, al mismo tiempo que las bolsas en el mundo, de los países centrales y de los emergentes, recuperaban “la tranquilidad”, en Argentina se hundían las acciones de empresas privadas y los títulos de la deuda pública. Mientras el dólar se devaluaba en la plaza internacional frente a una canasta de monedas compuesta por el euro, la libra, el yen, el franco suizo y la corona sueca, el peso argentino se devaluaba contra el dólar. El relato de que “pasaron cosas en el mundo” para justificar la crisis interna se diluyó en medio de la turbulencia. La crisis interna ya no encuentra en “la macro” ninguna justificación y obliga a leer los acontecimientos en clave política. La huida masiva de fondos revela una percepción negativa del capital financiero sobre el proceso económico. Ya no ven garantía de continuidad. Las tasas en pesos, por más elevada que sean, ya no los convencen.

Dólares y futuro
Paradójicamente, el acuerdo con el FMI, que debía ser el ancla del gobierno para lograr estabilidad, hoy parece convertirse en lo contrario. Las propias limitaciones que la Carta de Intención le impone, hacen dudar de la capacidad de las autoridades para capear el temporal. El acuerdo redactado “de puño y letra” por el ex presidente del BCRA Federico Sturzenegger, hoy está bajo observación de su sucesor, Luis Caputo, que se ve “atado de pies y manos” para poder actuar en la coyuntura sin violar su letra.

Un ejemplo de ello es lo que sucede en el mercado del dólar futuro, un mecanismo que pretende ser un regulador de expectativas a mediano plazo, que las autoridades de Cambiemos cuestionaron y llevaron a la Justicia cuando lo hizo el gobierno de Cristina Kirchner, pero que desde hace unos meses retomaron como herramienta. Y con pérdidas notables para la autoridad monetaria, como quedó expuesto en los últimos días.

“El viernes, el Rofex era una fiesta”, comentó un operador financiero en relación al mercado abierto de contratos de dólar futuro. En ese espacio, el Banco Central contrata la venta de dólares a plazo fijándole el precio ahora. Por contratos a diciembre, el Banco Central vendía hace poco más de dos meses los dólares a 23 pesos, cuando el dólar al contado estaba debajo de 21 pesos. Este viernes el dólar diciembre cotizaba en el Rofex a 34,10 pesos. Quien compró a 23 y vendió a 34 se ganó 11 pesos por dólar sin haber puesto un peso, simplemente apostando contra el Banco Central, que es el que pagará la diferencia. Y si cotizó a 34,10 y no a más, es porque el BCRA salió a vender dólar futuro en el último día del mes. Pues bien: la Carta de Intención con el FMI señala que a partir del lunes ya no lo podrá hacer, o por lo menos no podrá aumentar su “posición neta” en el mercado (ventas netas de dólar futuro) de aquí al 30 de septiembre.

Puesto en números: la “tablita” que fijó el acuerdo dice que, al 4 de junio último, el BCRA tenía colocados en el mercado contratos de venta por 2300 millones de dólares; se le otorgó un margen para endeudarse en 1000 millones de dólares más hasta fin de junio (último viernes), hasta fin de septiembre deberá mantener esa misma posición deudora (3300 millones), y luego bajar ese saldo en 500 millones de dólares por trimestre (2800 millones al 31 de diciembre próximo). Se supone que el BCRA ya utilizó todo el margen otorgado para emitir contratos de venta de dólar futuro hasta el 30 de junio, y que a partir de ahora no podrá aumentar el saldo, sólo mantenerlo (es decir, vender dólares sólo en la medida que venzan los contratos anteriores). Lo que indica esta cláusula de restricción es que la autoridad monetaria pierde, desde este lunes, capacidad para moderar el aumento del dólar futuro. Mala señal en un momento tan convulsionado. Los operadores financieros lo saben.

¿Otra convertibilidad?
Un aspecto poco conocido del acuerdo con el Fondo es el relativo a una restricción “novedosa” a la política monetaria. Una cláusula de la Carta de Intención señala que el Banco Central deberá ajustar la base monetaria en función de las Reservas Netas internacionales, un concepto bastante más restringido que el de Reservas internacionales que habitualmente se maneja: reservas brutas menos los pasivos en dólares (deuda) a menos de un año. Así, las reservas “netas” al 4 de junio (día de la firma del acuerdo) medían 23.400 millones de dólares. Cada vez que el gobierno emite Letes en dólares, títulos de deuda de corto plazo, reduce sus Reservas Netas, porque parte de la suscripción (lo que recibe de los inversores) es en pesos y parte en dólares. Es decir, que una emisión de Letes implica la obligación de reducir la base monetaria: restringir la cantidad de dinero en circulación.

“La condición que impone el Fondo con respecto a la Base Monetaria implica que se mete directamente con el manejo de los agregados monetarios”, señaló al respecto el especialista en finanzas Alejandro López Mieres, economista del IPPyP. “Al atar la base monetaria a las reservas, le está imponiendo al país una suerte de nueva convertibilidad, pero más dura que la de Domingo Cavallo, por este concepto de Reservas Netas, que es más limitado; en la práctica, la consecuencia es que con una mayor astringencia monetaria, vamos a tener tasas de interés todavía más altas que las actuales, y eso significa más recesión porque empuja a una caída de la actividad económica: es una política de ortodoxia extrema”, advirtió.

Además del duro impacto recesivo, hay que considerar que dicha cláusula, poco conocida internamente, limita al extremo la posibilidad de endeudarse en dólares del Banco Central, porque la contrapartida automática es tener que reducir la base monetaria y empujar a la suba las tasas. ¿Hasta dónde?

Ultimos en la cola
Suele decirse que cuando los grandes capitales huyen, los pequeños dueños de activos financieros actúan en manada, siguiendo a los primeros. “Pero con retraso”, advierten los especialistas. El dólar es un activo defensivo para los ahorros de los argentinos hace décadas. En paralelo a la “compra de divisas para atesoramiento” en bancos o casas de cambio, comienza a registrarse una caída en el stock de depósitos a plazo fijo del público, del orden del 7 al 9 por ciento en el último trimestre. Una reacción con retraso pero que ya empieza a ser visible. También hay deserción de las inversiones en títulos de deuda pública, tanto del exterior como de los capitales locales. El bono a 100 años, emitido a mediados de 2017, tocó el viernes su valor más bajo desde su salida al mercado. El Discount, un bono emblemático de largo plazo, ya alcanzó en su caída los valores que tenía antes de que Mauricio Macri empezara a perfilarse como condidato con chances (agosto de 2015, previo a las PASO).

La crisis de esta política económica es grande, el gobierno pierde aliados. Luis Caputo y Nicolás Dujovne parecen no tener las respuestas. Quizás vayan a buscarlas en los próximos días a Washington. Habrá que ver con qué los esperan.

Raúl Dellatorre.

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