Crece el desempleo macrista.


La fábrica de productos plásticos de la calle Heredia al 1200, en el barrio industrial Villa Progreso, del partido de San Martín, acaba de cerrar. Su dueño tuvo que suspender la actividad por falta de trabajo y por el corte de la cadena de pagos. Debía y le debían y bajó la persiana hasta que pueda regularizar. En febrero de 2017 se relató aquí la situación crítica por la que atravesaba esa zona del conurbano bonaerense, llena de galpones y naves industriales, un lugar emblemático de la Argentina por ser el rincón del país con mayor concentración de fábricas por metro cuadrado. Villa Progreso está pegado a Villa Lynch, otro barrio del mismo partido, que fue declarado Capital Nacional de la Pequeña y Mediana Empresa Industrial en 2014. Se extienden a un costado de la avenida General Paz, a lo largo de unos dos kilómetros y de allí para “adentro”. Conforman junto a otras localidades de la zona un polo productivo de cien manzanas en medio de la ciudad, con ruido permanente de camiones, olor a parrillas al paso, un enjambre de talleres mecánicos, corralones y ferreterías industriales. Rafael, de la panadería La Rosa, atiende a ese público de operarios y empresarios de mil batallas. Conoce el lugar de toda la vida.

“De lo que vieron el año pasado cuando hicieron la recorrida con la fotógrafa de PáginaI12 se agudizó mucho más. Incluso el dueño de la fábrica al lado de mi negocio, la de productos plásticos, que conversaron con él y defendía al Gobierno, cerró por dos problemas: falta de trabajo y corte de la cadena de pagos. Debía y le debían y bajó la persiana hasta regularizar. Al minimercado de la esquina, que es amigo mío, le bajaron las ventas un 40 por ciento y no puede cobrar los fiados, y vendió la camioneta para mantener el crédito con el frigorífico. A mí me cayeron 30 por ciento las ventas. Se hace difícil cubrir las tarifas. La ferretería industrial de la vuelta, con tres empleados, cerró. La fábrica inmensa de preservativos (Tulipán) que tiene 80 empleados, la mitad temporarios, ya les dijo a unos 10 que no les va a renovar el contrato. La fábrica de bolsitas de nylon de la vereda de enfrente que tenía ocho mujeres trabajando y un encargado queda solo el dueño y tres chicas. La fábrica de pintura látex no fabrica más la base blanca. La importa y envasa solamente. Echó a ocho operarios y se quedó con los tres más antiguos. El herrero no trabaja más, un empleado afuera. Cerró definitivamente la fábrica de cartón corrugado, con doce obreros y seis operadores de grúa. La rotisería ahora solo es almacén, no vende más comida. En Heredia casi avenida Rodríguez Peña cerró la fábrica de mangueras, escobas y escobillones plásticos. La fábrica de puertas blindadas echó a los cuatro empleados y cerró. Ese es el panorama industrial en cuatro cuadras a la redonda. Después los jubilados están muy mal. Se deteriora la posibilidad de que los chicos sigan yendo al secundario porque hay que changuear para ayudar a la familia. Bajó 20 por ciento la matriculación de alumnos en dos colegios privados. Yo les vendo a los kioscos internos y te cuentan que el futuro es negro. Hay muchos más cartoneros. Yo vendo pan de cinco piezas a 30 pesos entre las 6 y las 8 de la mañana para ayudar un poco. Me supera la demanda, pero más no puedo hacer porque me fundo. Ahora, los dueños de fábricas grandes o galpones cambiaron la producción por importación. A ellos no les afecta tanto la crisis, se manejan con dos o tres empleados. Otro detalle, muchos por no tener laburo salen de albañiles o arregla todo, pero se sobreofertó el rubro. Además nadie gasta. Es todo muy oscuro pero así están las cosas. Te conté que acá en el barrio todo es muy rápido. Cuando hay trabajo y producción se abren muchas fábricas, se llena de tránsito y aparecen los servicios para atender a esa gente: rotiserías, kioscos, fletes, remises. Ahora, cuando viene todo mal, rápidamente cierran los talleres y las pymes. Hoy el deterioro es muy profundo. Villa Progreso y Villa Lynch son barrios luchadores. Pero ahora aparentemente se nos acaban los recursos y las fuerzas. Acá nunca se compuso del todo después de la crisis de 2016, pero al menos hasta febrero de este año la cosa no empeoraba. Ahora se cayó todo a una velocidad casi eléctrica. Si hasta el intendente volvió al barrio a dar tres charlas con comerciantes e industriales, pidió que hagamos un esfuerzo, que mantengamos los trabajos. San Martín tiene muchos barrios muy carenciados. Se reparten bolsones de comida y ayuda. Pero la periferia se está poniendo muy picante. Esto es mucho más grave de lo que se ve en los medios, incluso en los críticos. Lo peor es que tengo casi 50 años y no tengo tanta fuerza para pelear otra vez. No quiero caer más. Ese es mi único sueño. No dejarle nada bueno a mis hijos sería un fracaso como ciudadano y como padre. El país duele y el futuro da miedo”, describe Rafael con dolor y precisión el proceso de achicamiento económico, productivo y social que desangra a esa zona del primer cordón bonaerense. Sus palabras chocan contra la interpretación que ofreció días atrás el presidente del Banco Central, Luis Caputo, sobre la misma crisis, cuando dijo que “es lo mejor que nos podía haber pasado porque nos permitió ir al FMI”, suponiendo que ese escudo político para imponer un ajuste fiscal que ya no será “gradualista”, en la antojadiza definición del oficialismo, sino de shock recargado, podrá atenuar el drama de quienes más sufren. No lo hará, como tampoco ocurrió cuando Domingo Cavallo anunció el déficit cero con los mismos reflejos neoliberales en la crisis de 2001. Ajustar a una economía estresada por la devaluación, la inflación, la caída de la industria, la construcción y las producciones regionales, después de una sequía histórica, con una estampida de desempleo y derrumbe del consumo, en un mundo que ofrece como novedad la guerra comercial entre Estados Unidos y China, emparenta cada día más a Mauricio Macri con Fernando De la Rúa.

“A mí lo que me hace acordar a los 90 es que volvimos a fabricar carteras con pedacitos de cuero. Tengo gente cosiendo los recortes que van sobrando de las planchas para armar otras nuevas y con eso producir más carteras. Tengo poco cuero y no puedo perder nada”, cuenta otro industrial que coincide en la caracterización de la crisis actual como la más grave desde la caída de 2001. “El problema es que venimos de una contracción fuerte de la demanda durante 2016 y 2017 y ahora se suma otra baja del 25 por ciento. Nuestro sector no tuvo rebote el año pasado porque las importaciones aumentaron 40 por ciento. Nosotros terminamos 2015 con la fábrica renovada, 12 locales comerciales y 70 empleados. Ahora nos quedan 8 locales y 45 empleados. Tenemos los principales costos dolarizados porque el Gobierno dolarizó las tarifas, los combustibles y los insumos básicos están dolarizados. La devaluación nos encarece todo muchísimo, pero la demanda se cae y los bancos te cobran cualquier tasa para financiar capital de trabajo. A qué tasa voy a prefinanciar una exportación, ahora que me dicen que la salida es exportar. El Banco Central eliminó la obligación a los bancos a prestar el 10 por ciento de los depósitos a las pymes y eso nos sacó mucha financiación. En 2003 habían quedado solo 60 fábricas de pie en el rubro marroquinería, en 2015 llegamos a 400 y en estos dos años ya perdimos 70 empresas. En 2015 había 420 importadores registrados y hoy son 1470. Así no tenemos destino. La caída del consumo se acentúa en la misma medida que se anuncian aumentos de tarifas, de prepagas, de combustibles, es muy directo el impacto de cada aumento sobre nuestros niveles de producción porque dependemos del poder adquisitivo del salario y con salarios hundidos, la producción se hunde”, resume el industrial, que prefiere reservar su identidad.

Las políticas adoptadas por Cambiemos como la apertura importadora, los tarifazos, la desregulación financiera, el libro flujo de capitales especulativos, la quita de retenciones a las exportaciones y la obligación a petroleras y cerealeras a liquidar las divisas por sus ventas al exterior en el mercado de cambios, entre otras medidas, han ocasionado una crisis descomunal. Las consecuencias están a la vista. Seguir por el mismo camino solo hará que más argentinos sigan cayendo como moscas.

David Cufré.

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