El abrazo al FMI.


El reciente anuncio del Presidente Macri, sobre el pedido de auxilio financiero al Fondo Monetario Internacional, corona una seguidilla de desaciertos mayúsculos en materia de política económica. El agudo déficit externo, motivado por la liberalización de las cuentas externas, la confianza ciega por la llegada de capitales internacionales por la mera afinidad con el color amarillo, y la toma de deuda como único canal para apaciguar en el corto plazo la impericia económica (pateando el problema para más adelante), son algunos de los rasgos principales que determinaron este resultado sombrío para el bienestar social.

Más allá de uno u otro escenario de coyuntura internacional, el principal problema de este modelo es la matriz neoliberal que lo sustenta. En un contexto donde los países protegen sus industrias administrando el comercio exterior, se preocupan por fortalecer la demanda interna y buscan financiarse en el mercado local, las políticas de la Alianza Cambiemos son un corso a contramano que no hace más que potenciar la inestabilidad de los mercados.

Como una película trágica de final conocido, el (re)ingreso al Fondo Monetario no es gratuito. Su salida tampoco. Sangre, sudor y lágrima costó la cancelación de esa deuda que tenía al país arrodillado. Después de levantar la porción mayoritaria de los bonos privados en default, el gobierno de Néstor Kirchner puso punto final cancelando al contado la deuda total con el FMI.

Este acto histórico de soberanía política e independencia económica permitió desactivar las visitas técnicas periódicas de revisión de la economía en el marco del artículo IV. El establishment financiero internacional guarda especial interés en esa cláusula que permite al poder financiero global auditar políticas, definiendo un determinado perfil de especialización productiva, exigiendo transformaciones estructurales e imponiendo programas de ajuste.

La definición de políticas internas y la aplicación del recetario de los países centrales es el principal interés del FMI cuando inspecciona las finanzas públicas de los países endeudados. Esa lógica injerencista que históricamente tuvieron las instituciones de posguerra fue lo que motivó la denuncia que Perón hizo en 1948 sobre la adhesión de Argentina al acuerdo de Bretton Woods. Es hasta el golpe de 1955 que Argentina se mantuvo fuera del FMI, hasta que ministro Krieger Vasena solicita raudamente la incorporación.

El “financiamiento preventivo”, que mencionó el ministro Nicolás Dujovne, no es más que un pedido de rescate, motivado por la sangría continua de dólares que se venía registrando en el patrimonio del Banco Central. En los poco más de cuatro meses de año, ya se perdieron más de 9000 millones de reservas para contener el tipo de cambio. Como el mercado siempre huele sangre, la obtención de rentas cambiarias no les resultó suficiente y el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, subió la tasa de interés en más de 12 puntos, hasta ubicarla en el 40 por ciento anual.

Una rentabilidad superlativa están obteniendo las entidades bancarias y los grandes fondos de capital. Dotados de información privilegiada, se anticipan a los volantazos que realiza el equipo económico del macrismo, y usufructúan la bicicleta financiera. Argentina, con la tasa de interés real más elevada del mundo, es el paraíso de los fondos golondrina. No hay proyecto de la economía real que genere un rendimiento ni remotamente similar a las tasas que se llevan los especuladores, a partir del llamado carry trade.

Déficit
El desaguisado en materia económica es agudo. Además de un déficit comercial creciente, que en 2017 superó los 8500 millones de dólares, se suma el desequilibrio del rubro servicios, compras al exterior, turismo e intereses de la deuda pública. Adicionando todos esos conceptos, el desbalance el año pasado superó los 30.000 millones de dólares. Con un marcado efecto “bola de nieve”, donde las inconsistencias del modelo agravan cada vez más el problema estructural, todas las proyecciones marcan que estos números se van a profundizar en este año.

La mayor exposición al sector externo, por la liberalización de la Cuenta Capital, implica que si el mundo hoy se engripa, Argentina puede entrar en terapia intensiva. Este escenario requiere una mirada latinoamericanista, buscando modelos de integración distintos a la apertura indiscriminada. En la actualidad, todas las economías del mundo cuidan sus capitales, fomentan la inversión fronteras adentro y buscan robustecer el mercado interno. El desconocimiento de la dirección por la que transita el mundo es la causa de esta colisión contra una locomotora de frente.

La dificultad de mantener el ritmo del financiamiento externo, con un concierto financiero global que ya descree del programa del Gobierno macrista y cierra el grifo de “la plata dulce” es una variable que nunca estuvo en contemplación del “mejor equipo de los últimos 50 años”. Un gabinete plagado de CEO petulantes creía fervientemente que su sola llegada al poder iba a derivar en una “lluvia de inversiones” extranjeras en sectores estratégicos. Eso no pasó ni pasará. Por eso, la Alianza Cambiemos decide volver a empujar a nuestro país al más oscuro Fondo.

Santiago Fraschina, Director de la Licenciatura en Economía de la Undav e integrante del colectivo Economía Política para la Argentina (EPPA).

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