Macri y las importaciones: menos Frondizi que Martínez de Hoz.


El déficit comercial y la desmesurada deuda tomada deberán pagarse. El Gobierno PRO está jaqueado por el riesgo de gastar los dólares sin inversión y la apuesta por el gradualismo de Macri implica tomar deuda pública, interna y externa, con la que financiar el excedente de gasto público por sobre los ingresos del Tesoro nacional. Sí, se supone en algunos sectores que este salvaje ajuste hecho por el gobierno PRO de Macri es gradual, o sea la más atenuada y suave de las formas para volver a las viejas tasas de ganancia empresarial y retraer la distribución de la riqueza.

Esta lluvia de dólares (la deuda tomada) atrasa el tipo de cambio en una economía que ya tiene suficientes problemas de competitividad por la carga impositiva y por la falta de infraestructura. Abarata las importaciones, dificulta las exportaciones y desincentiva la producción, incluso sin el peso extra que aporta la elevada tasa de interés del Banco Central. De ahí la recesión y el crecimiento del desempleo que, conjugados con la inflación da como resultado la llamada "estanflación" PRO.

Esto preocupa a sectores de la economía y jaquea a un Gobierno al que le advierten que el plan macrista (de quien no tiene plan B) se juega su suerte en la gestión del ministro de Producción, Francisco Cabrera, que debería ser quien logre dinamizar las exportaciones productivas y genere así crecimiento económico y divisas para dar sustentabilidad al endeudamiento. El debate no es nuevo en la historia económica argentina.

Por definición, en un régimen de tipo de cambio flotante como el actual, este superávit de la cuenta de capital y financiera se traduce en un déficit de la cuenta corriente por el lado del déficit comercial, que se observa en las animadas escapadas de compras a Chile y Paraguay, el saldo desfavorable en el intercambio turístico y el hecho de que el 66% de los vehículos patentados en 2017 sean extranjeros.

Mientras detractores y defensores del gradualismo debaten si hay margen de endeudamiento, la decisión de para qué se use el excedente de dólares es la diferencia que va a convertir a Macri en un nuevo Frondizi o en un nuevo Martínez de Hoz. Aunque si observamos la fiesta de la bicicleta financiera, el ministro de la dictadura se lleva todas las reminiscencias.

Es también el debate del gradualismo: un salto al futuro o una carrera hacia la debacle. Porque si los dólares se van en viajes al exterior, ropa, consolas de videojuego y otros bienes suntuarios, cuando llegue la fecha del vencimiento de la deuda, la historia ya es conocida. Pero si los dólares se traducen en importación de maquinaria de producción de tecnología de punta, que permita potenciar el complejo exportador agrícola, de manufacturas y de servicios, habrá capacidad de repago o al menos de refinanciación.

Con un nieto de Rogelio Frigerio en el Gobierno, "el plan de infraestructura más ambicioso de la historia", y el "mejor equipo de los últimos cincuenta años" es de suponer que Macri quiere salir de la cerrazón económica que heredó mediante un neodesarrollismo. Pero con un ministro de la Producción festejando en las redes sociales la importación de computadoras y tablets mientras miles de personas quedaban sin trabajo en el polo de Tierra del Fuego, los más memoriosos no pueden evitar recordar esa publicidad que resaltaba las bondades de comprar sillas importadas que se convirtió en emblema del paso por el Ministerio de Hacienda de Martínez de Hoz. Del mismo modo no es difícil concatenar la famosa estatización de deuda privada llevada a cabo por Domingo Felipe Cavallo y el escándalo del Correo Argentino en otro asalto del Grupo Macri al Estado argentino.

El demorado Plan Belgrano, la apuesta al autoabastecimiento energético vía el desarrollo de Vaca Muerta, el énfasis en la promoción de la inversión extranjera directa (IED), ciertamente se asemejan a los lineamientos de la política económica de Frondizi. Pero la diferencia, tan radical como sustancial, es que en el esquema desarrollista, la lluvia de divisas de IED venía a financiar el déficit comercial de la importación de maquinaria y tecnología para la modernización de la industria pesada, no a financiar gastos corrientes.

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