Primer cacerolazo contra Macri.

Llevaba un paraguas de estilo, bien abierto, parado en una esquina de la 9 de Julio. Había llegado al centro del Obelisco junto a la bandera de la Tupac Amaru. Por entonces, las noticias de la represión en Ledesma con las nuevas detenciones sobre la organización se ensamblaron al ruido de cacerolas, botellas con piedras o latitas de caramelos cargadas con monedas para la ocasión. “¡Levanten las boletas, señoras!”, se escuchaba a través de un parlante. El hombre del paraguas de estilo, unos 70 años, no iba ni para atrás ni para adelante. Quieto desde ahí se corrió sólo cuando las banderas enfilaron hacia Avenida de Mayo en dirección a la Casa de Gobierno. “Es inexplicable que este gobierno tome esta política con respecto a la energía cuando las empresas tienen ganancias importantísimas”, reclamó. “Que el Presidente se vaya a Lago Escondido a la casa del dueño de una de las empresas. Que Aranguren le saque la provisión de YPF a Aerolíneas para dársela a Shell”. Y enseguida agregó. No eran mayoría entre los que estaban allí, pero él lo dijo: “Sí, yo lo voté. Yo voté a Macri. Yo lo voté porque no quería a los de antes, ¡por supuesto! Soy un tipo de trabajo, trabajé toda mi vida, pero me arrepiento porque este es un gobierno exclusivamente de ricos”.

A las 19 comenzaron a desplegarse sobre la 9 de Julio las banderas de las organizaciones de izquierda. Llegaron móviles de televisión. Quedó plantada al bandera de la CTA y, de a poco, aparecieron las columnas del Movimiento Evita y del 26 de Julio Peronista, también ciudadanos de a pie y agrupaciones desprendidas de las plazas de los pueblos que organizan las fuerzas kirchneristas. Mensajes que llegaban hasta el centro de la ciudad de las protestas que se replicaban en decenas de esquinas de la ciudad de Buenos Aires, y en distintos puntos del país con el emergente de los tarifazos, y las políticas de ajuste y desajuste, los desfiles, los últimos actos. Los diputados del bloque del Frente para la Victoria enviaron una adhesión: “acompañamos el justo reclamo del pueblo contra el tarifazo y adherimos a las protestas que se harán hoy a las 20 en todo el país”. Los pibes de Patria Grande volanteaban “No al tarifazo”. El titular del PJ, José Luis Gioja, volvió a pedir la renuncia del ministro de Energía, Juan José Aranguren. La multisectorial que realizó la convocatoria levantó la consigna que cobró forma en la calle como la primera protesta masiva contra el macrismo.

–¡Y vamos preparando las boletas! –se oyó a una voz encendida, sonido bien alto. La calle respondió con bocinas.

–¡Y vamos preparando los encendedores! Lo que tenga a mano, señora, ¡prepare lo que pueda!

Una cámara de Telesur tomó a Alejandro Bodart, legislador mandato cumplido, junto a Gustavo Vera junto a otros referentes de la política porteña. También le apuntaron a Aranguren. Alrededor, pasó un hombre con un cartel enorme entre las dos manos: “Váyase caníbal”, pin del “no fue magia”, short de verano y casi en cueros, acaso su forma de protesta contra aquello del no anden en patas. “Desde que se postuló Macri sabía que esto no iba a andar”, dice uno. Y otro llamado Cordero de apellido levanta una boleta de gas: 2.058 pesos.

“Vine solo”, dijo otro hombre, de 60 años, de nombre Manuel. Todavía no son las 20, la hora de la convocatoria. “Yo trabajo. Soy un abogado que trabaja bien, pero no puedo ver cómo este está matando a la gente y a los jubilados”. Eduardo, 40 años, se le paró al lado. “¡Pregúntele! –pidió Manuel, el corazón acelerado– ¡Hágame el favor! Pregúntele qué hizo en Posadas, negocios con (Ramón) Puerta, y todo lo que hicieron se rompe a cada rato”. Eduardo ruega que a su ocasional vecino de parada no le de un infarto. Y cuando el otro se va, él arranca: “Yo soy empleado del vestido. Uno de los rubros más castigados. Estoy en Taverniti y ahí estamos sufriendo las suspensiones y este modelo. Las suspensiones empezaron el 7 de abril, y son por ocho días. Ojo, la empresa paga todo. Pero esto es por la caída de las ventas. El año pasado, te estoy hablando de septiembre, nos pedían que hagamos horas extras”. Eduardo dice que son 350 los suspendidos. “Es la primera vez que pasa”, asegura.

La calle reunió en un solo espacio las tarifas, el duelo por las fiestas del bicentenario, los reclamos por el desfile de Rico. O por los radicales. “Y ponga que yo soy radical, ¡era radical!”, dice Manuel, otra vez, que vuelve, como si hubiese perdido el alma. “Me desafilio del partido porque si Alfonsín se levanta de la tumba, lo mata a Ricardito”.

Cuando se hacen las ocho de la noche en el Obelisco, las columnas ganaron los cruces de la avenidas centrales, avanzan tramos sobre Corrientes. Se repliegan bajo los techos cuando llueve mas. Alguien dice que tal vez irían hasta Plaza de Mayo. Un teléfono le avisa a otro que hay muchos “ruidazos” en Cabildo. Que hay que ver qué pasa ahí. Que tal vez allí hay más de los que votaron a Macri. Todavía el hombre del paraguas está lejos como buscando aliento para sumarse.

Leticia Tejero es una de las que pasa con dos botellas de agua vacías, listas para hacerlas sonar. Compró silbato en un chino de Pompeya. “Hacer ruido con las cacerolas no quiero así que busqué otra cosa, y esto suena más. Yo no vengo por un asunto estrictamente personal quiero aclararte, la política de los últimos años fue lo único que en algún momento me convenció”. Ella es ex estudiante de Filosofía, años ‘70. “. Y es también una de las miles de historias que corren en la calle de quien dejó de usar la única estufa de su casa donde cuenta con una sola hornalla. “Ahorrando y todo –dice– pasé de 40 metros cúbicos de consumo a 53. Esos números son los únicos que entiendo. Y ahora yo digo: cuando en realidad prenda la estufa, a mí me van a venir más de 3 mil pesos, soy jubilada y no puedo pagarlo”.

Pese a la tradición de las cacerolas antiK, también hubo cacerolas en esta marcha. Una hervidora. Tambor de tachito de pintura. Cuchara de madera. Vasito de metal bien sonoro apropiado para andar durante el día en la cartera de la dama. Pastilleros. Victoria y Marta, 77 y 64, los llenaron de piedras y monedas. “Todo esto es muy positivo”, dijo una. “La gente por lo menos está en la calle, pero todo esto me huele que termina muy mal: a ellos no les importa nada”.

La venta ambulante proveyó cornetas de Mundial. Hubo patys a 30 pesos, más baratos que el año pasado, ¡porque no se vende nada, doña!

Lila, psi, se paró en una vereda. “Parece que la clase media necesita que le metan más las manos en el bolsillo para salir”. Sus pacientes, sí, todos deprimidos, llenos de miedo, sobre todo a perder el trabajo. Silvia Tfonar se guareció abajo de un techo, del otro lado del mar de lluvia y banderas que cruzó avenida Corrientes. Es de las participantes de las plazas de los pueblos. Llegó de Matanza. No llevó cacerolas sino pinza y cucharón. Lo mismo que usó en 2001, dijo. También que esto se parece a aquello pero es distinto: “Esos sí eran cacerolazos de verdad, salimos todos de todos lados. Esto en cambio es una convocatoria. En lo otro pedíamos que se vayan. Acá no pedimos que se vayan”.

–Todavía –comenta su hija, un paso más atrás.

El hombre del paraguas coqueto está alucinado con todo esto. “¡¡Pero estos, miralos, son todos mis hermanos y hermanas!! Creo que acá hay gente, por supuesto militante K pero han venido muchos amigos míos y que lo han votado. Por eso te digo: este es el principio. Si Macri sigue con Rico y con todos los amigotes y haciendo negocios a costa del pueblo, no tiene futuro”.

FUENTE: PAGINA 12

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